La Casa Roja de Lolita
Había una vez en un pequeño pueblo, una casa roja brillante que se alzaba en el centro de un parque lleno de flores y árboles frutales. Esta casa pertenecía a Lolita, una adinerada anciana que había vivido en su interior durante muchos años. Lolita era conocida por su gran corazón y su amor por los niños del pueblo, a quienes siempre recibía en su casa para contarles historias mágicas.
Un día, se corrió la voz de que Lolita había decidido cerrar su casa roja. Los niños del pueblo estaban muy tristes. El pequeño Tomás, el más inquieto de todos, reunió a sus amigos.
"Chicos, no podemos dejar que Lolita cierre su casa. ¡Debemos hacer algo!" - dijo Tomás.
Los otros niños, emocionados, comenzaron a pensar en ideas para ayudar a minimizar la tristeza de Lolita.
"¿Y si hacemos una fiesta sorpresa para ella?" - sugirió Ana, la más creativa del grupo.
"¡Sí! Eso la hará sonreír otra vez" - concordó Lucas, mientras bailaba de alegría.
Así que los niños comenzaron a trabajar: llenaron globos de colores y prepararon un cartel que decía "¡La Casa Roja nunca se cierra!". Pero había un problema: nadie sabía cómo llegar hasta Lolita sin que ella sospechara.
Una mañana, Tomás y sus amigos se reunieron para hacer un plan.
"Vamos a buscar a la señora Marta, su asistente. Ella nos ayudará a sorprenderla" - propuso Tomás.
Así que, aliento en el pecho, los niños fueron a buscar a señora Marta.
"¡Hola, señora Marta!" - saludaron todos a la vez.
"Hola, chicos. ¿Qué les trae por aquí?" - preguntó la señora Marta, con una sonrisa en su rostro.
"Queremos hacerle una fiesta sorpresa a Lolita para que no cierre la casa roja" - explicó Ana, emocionada.
La señora Marta asintió, clara la urgencia de la situación.
"Es una idea maravillosa, pero necesitamos ser muy astutos" - dijo señora Marta, levantando una ceja.
Los niños se pusieron a trabajar con la ayuda de Marta. Juntos, hicieron invitaciones, llevaron golosinas y hasta prepararon un gran pastel de chocolate. El día de la fiesta finalmente llegó. Los niños esperaron escondidos detrás de unos árboles mientras Lolita salía de su casa.
"¡Sorpresa!" - gritaron todos, saltando hacia ella.
La expresión de sorpresa de Lolita fue indescriptible. Rápidamente, su rostro se iluminó con una gran sonrisa.
"¡Oh, qué maravilla! No puedo creer que hayan hecho esto por mí" - dijo Lolita, con los ojos brillantes.
Después de la primera emoción, la fiesta comenzó. Había risas, juegos y por supuesto, ¡mucha comida! Pero un momento hizo que todos se callaran. Lolita se puso de pie y dijo:
"Queridos niños, estoy tan agradecida por lo que han hecho. Pero quiero que sepan algo: aunque cierre la casa, siempre llevo cada uno de ustedes en mi corazón".
Los niños interrumpieron, con miradas entre preocupadas y confundidas.
"¿Por qué cerrarías la casa, Lolita?" - preguntó Lucas, con un hilo de voz.
"A veces, es necesario cerrar ciclos para abrir otros nuevos. Pero no se preocupen, mi casa siempre será un lugar para la amistad y la alegría. Podemos hacer actividades afuera y seguir compartiendo momentos" - explicó Lolita, acariciando el cabello de Ana.
Aquello resonó en los corazones de todos. Lolita les había enseñado que aunque algunas puertas se cierran, siempre hay nuevas oportunidades esperando a ser descubiertas. Con el espíritu renovado, los niños decidieron que harían de cada encuentro con Lolita algo especial, sin importar si era en su casa roja o en el parque.
Desde ese día, mensualmente, los chicos organizaban un evento en el parque donde bailaban, jugaban y contaban historias, siempre con la casa roja de Lolita de fondo. Y así, la casa no solo se convirtió en un símbolo de amistad, sino también de nuevos comienzos.
Y así, aquellos niños aprendieron que mientras llevemos un poco de alegría y amistad en el corazón, siempre habrá un lugar para el amor y la diversión. Y así, la casa roja de Lolita siguió siendo el centro de muchas aventuras. Fin.
FIN.