La casa y los duendes verdes
En un rincón del bosque, escondida entre árboles altos y frondosos, había una casita de madera pintada de un color azul brillante. La casita pertenecía a una amable anciana llamada Clara, quien pasaba sus días tejiendo y cuidando su hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Clara siempre soñó con tener amigos que la acompañaran, pero era un poco tímida y nunca se atrevía a salir demasiado de su casa.
Un día, mientras Clara trabajaba en su jardín, se escuchó un pequeño murmullo entre las flores. Curiosa, se agachó para mirar más de cerca y descubrió a unos duendes verdes, de grandes ojos y gorras puntiagudas.
"¡Hola!", exclamó uno de ellos, que parecía ser el más atrevido. "Soy Tico, y estos son mis amigos, Lila y Pipo. Estamos aquí porque hemos olfateado tus ricas galletas de chocolate."
"¡Oh!", respondió Clara sorprendida. "No sabía que tenía visitantes. ¡Pasen, por favor! Tengo muchas galletas listas para compartir."
Los duendes se sentaron en una pequeña mesa en el jardín, disfrutando de las galletas y contando historias de sus travesuras en el bosque. Rieron tanto que los pájaros se asustaron y salieron volando.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Clara notó que los duendes estaban preocupados.
"¿Qué les preocupa, amigos?", preguntó.
"Hay una gran tormenta acercándose, y necesitamos ayuda para proteger nuestro hogar en el bosque", dijo Lila con tristeza. "Si no encontramos un refugio, nuestros árboles y plantas pueden dañarse."
Clara pensó por un momento y luego sonrió.
"¿Y si vienen a vivir aquí conmigo? Mi casa es cálida y segura, y así ustedes podrán ayudarme con el jardín. ¡Sería como una gran familia!"," propuso Clara.
Los duendes se miraron entre sí, emocionados.
"¡Sí, sí! Sería genial!" gritaron al mismo tiempo.
Inmediatamente, los tres duendes comenzaron a ayudar a Clara a organizar la casa. Tico se encargó de limpiar el desorden, Lila decoraba el jardín con luces de colores, y Pipo horneaba galletas. Clara nunca había reído tanto, y con cada tarea que hacían juntos, se sentía más feliz.
Pero al día siguiente, mientras Clara hacía una ronda de té, un trueno resonó en el cielo gris. Los duendes se asustaron y corrieron debajo de la mesa.
"¡No tengan miedo!" dijo Clara con voz reconfortante. "La tormenta solo va a durar un rato. ¡Estamos todos juntos y eso es lo que importa!"
Poco a poco, los duendes salieron de su escondite y, al ver la valentía de Clara, se sintieron más tranquilos.
A medida que la tormenta se desataba, los duendes comenzaron a contar chistes y a cantar canciones para distraerse. Clara, con una taza de té caliente, se unió a las risas y la música. Cuanto más se reían, más suave sonaba la lluvia.
Después de un rato, el sol apareció entre las nubes, y el arcoíris se dibujó en el cielo como un puente de colores. Los duendes miraban maravillados mientras Clara sacaba una guitarra que tenía guardada.
"¿Quieren aprender a tocar?", preguntó Clara.
"¡Sí!" respondieron todos con entusiasmo. Y así, empezaron una nueva aventura, buduquerando notas musicales y creando canciones sobre su amistad.
Con cada semana que pasaba, la casa se llenaba de risas, música y amor. Clara ya no se sentía sola, y los duendes habían encontrado un hogar.
Al final, Clara decidió organizar una fiesta para celebrar su nueva amistad. Invitó a todos los animales del bosque, y juntos disfrutaron de galletas, música y bailes bajo la luz de la luna.
"Gracias, Clara, por hacernos sentir tan queridos", dijo Tico mientras danzaban.
"Ustedes también me enseñaron que la amistad y la valentía son más fuertes que cualquier tormenta", respondió Clara llena de alegría.
Y así fue como la casita azul en el bosque se convirtió en el lugar más feliz, un hogar donde los duendes y Clara vivieron felices y aprendieron que la amistad puede florecer incluso en los momentos más inciertos.
FIN.