La cascada mágica



Había una vez, en un tiempo lejano, una pareja llamada Martín y Lucía. El sol brillaba con toda su fuerza y el calor del verano era insoportable. Ambos estaban sedientos y necesitaban encontrar agua para refrescarse.

Decidieron aventurarse hacia la montaña en busca de una cascada que habían escuchado mencionar. Caminaron durante horas bajo el inclemente sol hasta que finalmente llegaron a un hermoso bosque rodeado de árboles frondosos.

Mientras avanzaban entre la vegetación, escucharon un sonido cada vez más fuerte: ¡era el ruido del agua! Se acercaron emocionados y descubrieron una maravillosa cascada que caía desde lo alto de la montaña.

Martín se apresuró a beber agua directamente de ella, pero Lucía lo detuvo diciendo: "¡Espera! No sabemos si es segura para beber". Tenía razón, no podían arriesgarse a enfermarse por tomar agua contaminada. Decidieron buscar otra opción y encontraron un pequeño riachuelo cerca de la cascada.

Martín se agachó para tomar un sorbo cuando algo inesperado ocurrió: ¡un pez saltó justo frente a él!"¡Lucía, mira! ¡Hay peces en este riachuelo!", exclamó Martín emocionado. Lucía sonrió y dijo: "Quizás esta sea nuestra solución.

Si hay peces aquí, significa que el agua está limpia". Ambos llenaron sus manos con el agua fresca del riachuelo y bebieron con alegría. Sentían cómo la sed se iba y su energía volvía. Sin embargo, mientras disfrutaban de aquel momento, escucharon un ruido extraño.

Se giraron y vieron a un grupo de animales desesperados por beber agua. Eran zorros, venados y conejos que parecían agotados por el calor. Martín y Lucía sintieron compasión por los animales sedientos y decidieron ayudarlos.

Usando hojas grandes como tazones improvisados, llenaron agua del riachuelo para que los animales pudieran beber. Los animales se acercaron tímidamente al ver cómo Martín y Lucía les ofrecían agua fresca. Bebieron con avidez, agradecidos por la generosidad de la pareja.

Martín observó cómo los ojos de los animales brillaban nuevamente al saciar su sed.

Fue en ese momento cuando tuvo una idea maravillosa: construir pequeñas fuentes alrededor del bosque para que todos los seres vivos pudieran tener acceso al agua. "Lucía, ¿qué te parece si construimos fuentes para que nadie más tenga que pasar sed?", propuso Martín emocionado. Lucía sonrió ampliamente y asintió con entusiasmo.

Juntos comenzaron a reagarrar piedras grandes y pequeñas para construir las fuentes cerca del riachuelo. Dedicaron días enteros a su proyecto hasta que finalmente lograron crear varias fuentes hermosas en diferentes partes del bosque. Cada una tenía un diseño único e incluso colocaron algunas plantas alrededor para embellecerlas aún más.

Cuando terminaron, invitaron a todos los animales del bosque a disfrutar del agua fresca de las fuentes. Los animales, agradecidos, se reunieron alrededor de ellas y bebieron con alegría.

Martín y Lucía sonrieron satisfechos al ver cómo su idea había ayudado a tantos seres vivos. Se dieron cuenta de que incluso la acción más pequeña puede marcar una gran diferencia en el mundo.

Desde ese día en adelante, Martín y Lucía cuidaron y mantuvieron las fuentes para que nunca se quedaran sin agua. Su amor por la naturaleza y su deseo de ayudar siempre estarían presentes en sus corazones.

Y así, gracias a la valentía y generosidad de esta pareja, todos los animales del bosque pudieron disfrutar del agua fresca durante aquel duro verano. Aprendieron que cuando uno ayuda a otros, no solo trae felicidad a sus vidas, sino también esperanza para un futuro mejor.

FIN.

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