La cascada mágica de la selva venezolana
Había una vez en Venezuela, tres amigas llamadas Sofía, Valentina y Lucía. Ellas habían decidido explorar un lugar nuevo juntas, lleno de naturaleza y aventuras por descubrir.
Se levantaron temprano, prepararon sus mochilas con agua, snacks y protector solar, y partieron rumbo a la selva. - ¡Qué emoción! -exclamó Valentina mientras caminaban por el sendero rodeado de árboles frondosos y cantos de aves exóticas. - Sí, este lugar es increíble.
Estoy segura de que viviremos una aventura inolvidable -respondió Sofía con entusiasmo. De repente, escucharon un ruido extraño proveniente del bosque. Lucía se detuvo y miró a sus amigas con curiosidad. - ¿Escucharon eso? Parecía como si algo se estuviera acercando -dijo Lucía con cierto nerviosismo.
Las tres chicas se miraron entre sí y decidieron seguir adelante, intrigadas por descubrir qué era ese misterioso sonido. Caminaron un poco más hasta llegar a una cascada cristalina que caía en una piscina natural de aguas turquesas.
- ¡Guau! ¡Miren esto! Es maravilloso -exclamó Valentina emocionada mientras corría hacia la orilla para salpicar agua a sus amigas. Sofía y Lucía no pudieron evitar reírse ante la travesura de su amiga.
Se quitaron los zapatos y se sumergieron en el refrescante agua de la cascada, riendo y disfrutando del momento juntas. De repente, escucharon nuevamente el ruido misterioso que las había perturbado antes. Esta vez parecía estar mucho más cerca.
- ¿Qué será eso? -preguntó Lucía con preocupación mientras buscaba alrededor intentando identificar el origen del sonido. Antes de que pudieran reaccionar, un mono travieso saltó desde las ramas de un árbol cercano directo hacia ellas.
Las chicas gritaron sorprendidas pero luego comenzaron a reír al ver al simpático animal juguetear frente a ellas. - ¡Es solo un mono curioso! Qué susto nos dio -dijo Sofía entre risas mientras extendía su mano para acariciar al pequeño mono.
El mono pareció disfrutar del cariño de las chicas y comenzó a hacer piruetas para divertirlas aún más. Fue entonces cuando recordaron que llevaban algunas frutas en sus mochilas y decidieron compartirla con su nuevo amigo animal.
Pasaron horas jugando con el mono en la cascada, haciéndole cosquillas e imitando sus graciosos movimientos. Cuando llegó la hora de regresar a casa, las tres amigas se despidieron del mono prometiéndole volver pronto para otra aventura juntos.
Mientras caminaban de regreso por el sendero iluminado por los últimos rayos del sol poniente, las chicas reflexionaron sobre lo importante que era tener amigos con quienes compartir momentos especiales como ese día inolvidable en la selva venezolana.
FIN.