La casita de muñecas y la casa nueva



Había una vez una niña llamada Amanda que tenía una casita de muñecas muy especial. Era tan grande como su habitación y estaba llena de detalles hermosos: había muebles, cortinas, lámparas y hasta un jardín con flores de tela.

Amanda pasaba horas jugando con sus muñecas en la casita. Les preparaba la comida, les leía cuentos y les enseñaba a bailar.

Pero un día, algo extraño sucedió: mientras jugaba con ellas, algunas piezas del techo empezaron a caerse. -¡Oh no! -exclamó Amanda-. Mi casita se está cayendo a pedazos. Amanda estaba triste porque no sabía cómo arreglar su casita de muñecas. Pensó en pedir ayuda a sus padres, pero no quería preocuparlos.

Entonces decidió hablar con su abuelo. Abuelo era muy sabio y siempre tenía soluciones para todo.

Cuando Amanda le contó lo que había pasado, él sonrió y le dijo:-Hija mía, ¿por qué no construyes tu propia casa? Una que sea aún más bonita que esta. Amanda se sorprendió al principio. ¿Cómo iba ella a construir una casa? Pero luego recordó todas las veces que había visto a su abuelo arreglando cosas en casa con herramientas y materiales diversos.

-¿Me ayudarías tú? -preguntó Amanda ilusionada. -Por supuesto -respondió Abuelo-. Primero necesitamos hacer un plan para saber qué materiales vamos a necesitar y cómo vamos a construirla paso por paso.

Así fue como comenzaron los dos el proyecto de construir una nueva casa de muñecas para Amanda. Abuelo le enseñó a medir las maderas, a cortarlas y a unirlas con clavos y pegamento. Juntos pintaron las paredes, pusieron ventanas y puertas, e incluso construyeron una pequeña chimenea.

Amanda estaba muy contenta con su nueva casita de muñecas. Era más bonita que la anterior, pero lo más importante es que había aprendido mucho sobre cómo construir cosas con sus propias manos.

Ahora jugaba con sus muñecas en la nueva casa y se sentía orgullosa de haberla hecho ella misma junto a su abuelo. -Gracias por enseñarme tanto, Abuelo -le dijo un día Amanda-. No sé qué hubiera hecho sin ti. Abuelo sonrió y le dio un abrazo.

-No hay nada que no puedas hacer si te lo propones -le dijo-. Y recuerda: siempre puedes contar conmigo para ayudarte en lo que necesites.

FIN.

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