La Casita del Árbol Mágico



Había una vez en un pequeño pueblo, tres amigas inseparables: Clara, Leo y Sofía. Ellas pasaban sus tardes explorando el bosque y viviendo aventuras en su lugar favorito: una hermosa casita en un árbol que parecían tener un toque mágico.

Era un día soleado cuando Clara propuso:

"¡Chicas, hoy debemos hacer una aventura en la casita del árbol!"

Leo, emocionado, agregó:

"¡Sí, será genial! Haremos un concurso de talentos."

Sofía, un poco nerviosa, soltó:

"No sé, a veces me siento incómoda. Cada vez que hay un concurso, siempre hay una ganadora y dos que no ganan..."

Clara, con su voz dulce, intentó animarla:

"¡Vamos Sofía! Lo importante no es ganar, sino divertirnos juntos. Además, somos amigas y siempre nos apoyaremos, ¿verdad?"

Sofía sonrió un poco, y así las tres amigas se dirigieron a su casita del árbol.

Al llegar, se sentaron en el suelo de madera, mirando cada rincón decorado por ellas con dibujos y colores. Leo comenzó a proponer reglas para el concurso:

"Cada uno tendrá un minuto para mostrar su talento. Si nos hacemos críticas, será solo para mejorar. Y lo más importante: ¡respetemos lo que cada uno haga!"

Clara y Sofía asintieron, pero Sofía, un poco insegura, murmuró:

"Espero que no se rían de mí."

Clara, con empatía, le dijo:

"Nunca haremos eso. Aquí estamos para apoyarnos."

El concurso comenzó. Leo mostró sus habilidades de malabarismo, todos aplaudieron y él se sintió muy feliz. Luego fue el turno de Clara, que cantó una hermosa canción mientras Sofía la acompañaba con un tambor. Todos disfrutaron, pero Sofía todavía no había mostrado su talento.

Cuando llegó su momento, Sofía se tomó un respiro profundo y dijo:

"Voy a contar una historia que inventé sobre un unicornio que viaja por un arcoíris."

Mientras contaba, Clara y Leo la escuchaban atentamente. Pero de repente, Clara se puso ansiosa y interrumpió:

"¡Pero los unicornios no pueden volar por un arcoíris, eso no es real!"

Sofía se sintió muy incómoda y su rostro se puso rojo.

"Claro que pueden, ¡es mi historia!" Dijo con un hilo de voz.

Leo, al ver lo que había pasado, dijo:

"Clara, recuerda que el respeto es lo más importante. A veces, las historias son reales para quienes las cuentan, aunque no sean como nosotros pensamos."

Clara se dio cuenta de su error y se disculpó:

"Lo siento, Sofía. No quise hacerte sentir mal. Me encanta tu historia."

Sofía sonrió, aunque seguía un poco triste.

"Gracias, Clara. Me gusta que me escuchen."

Leo, tratando de aliviar la tensión, sugirió:

"¡Terminemos con el concurso! Vamos a ser los mejores jurados y darle puntos a cada uno en lugar de un ganador. ¿Qué dicen?"

Clara y Sofía asintieron, y rápidamente el ambiente se volvió mucho más alegre. Ahora, en lugar de competir, se apoyaban unos a otros. Compartieron sus talentos, rieron, y disfrutaron de las historias y habilidades del otro.

Al final del día, las tres amigas estaban cansadas pero felices.

"Hoy fue increíble, lo divertido fue compartir y no competir," dijo Clara.

Sofía sonrió y añadió:

"Sí, el respeto entre nosotras hizo que fuera aún mejor."

Desde aquel día, Clara, Leo y Sofía aprendieron que el respeto es la clave de una verdadera amistad. En la casita del árbol, siempre se prometieron apoyarse y valorarse mutuamente.

Así, sus aventuras continuaron, pero siempre con una sonrisa, un abrazo y, por sobre todo, mucho respeto entre ellas.

FIN.

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