La Casita en el Árbol de Martín y Sofía



En un pequeño pueblo llamado Alegría, había una escuelita muy especial llamada "Mi Escuelita". En ese lugar mágico, los niños y niñas aprendían no solo matemáticas y lengua, sino también valores como la amistad, el respeto y la solidaridad.

El director de la escuela era Don Manuel, un hombre sabio y cariñoso que siempre estaba dispuesto a ayudar a sus alumnos. Un día, llegó a "Mi Escuelita" un nuevo niño llamado Martín.

Martín era tímido y tenía dificultades para hacer amigos. - ¡Hola Martín! Soy Sofía, ¿quieres ser mi amigo? -le preguntó una niña sonriente en el recreo. Martín asintió tímidamente con la cabeza y así comenzó su amistad con Sofía.

Juntos jugaron en el patio, compartieron sus meriendas y se ayudaron en las tareas difíciles. Poco a poco, Martín fue sintiéndose más seguro de sí mismo gracias al apoyo de su nueva amiga.

Un día, mientras estaban en clase de ciencias naturales, Don Manuel les propuso a los niños un desafío emocionante: debían cuidar juntos de un pequeño árbol que habían plantado en el patio de la escuela.

Cada uno tendría que regarlo todos los días y asegurarse de que recibiera suficiente luz solar. Los niños aceptaron entusiasmados el desafío y se organizaron para turnarse en el cuidado del árbol. A medida que pasaban las semanas, el árbol empezó a crecer fuerte y frondoso gracias al amor y dedicación de los estudiantes.

Una tarde de primavera, cuando el árbol ya estaba grande y lleno de hojas verdes brillantes, Martín se acercó a él con una idea brillante.

- ¡Sofía! ¡Vamos a construir una casita en el árbol para que podamos jugar allí juntos! -exclamó emocionado Martín. Sofía asintió emocionada con la propuesta e invitaron a todos sus compañeros a colaborar en la construcción. Con ramas secas, tablas viejas y mucha creatividad lograron construir una hermosa casita en lo alto del árbol.

Cuando terminaron su obra maestra, subieron juntos a la casita para disfrutar del atardecer desde las alturas. Desde allí arriba podían ver todo el pueblo extendido ante ellos como si fuera un mapa gigante lleno de aventuras por descubrir.

Ese día comprendieron que trabajando juntos podían lograr cosas maravillosas y que la verdadera magia no estaba solo en las historias fantásticas sino también en la amistad sincera y el trabajo en equipo.

Y así fue como "Mi Escuelita" se convirtió no solo en un lugar donde aprender cosas nuevas cada día sino también en un hogar donde crecían sueños entre risas y abrazos cómplices.

FIN.

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