La Casita Mágica de los Niños



Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, una casita mágica que solo aparecía cuando había niños con grandes sueños. La casita era de color lila con techos de pizarra y tenía un jardín lleno de flores de colores brillantes.

Un día, un grupo de amigos, Sofía, Mateo y Julia, estaban jugando en el parque cuando, de repente, vieron brillar algo entre los árboles. Era la casita mágica.

"¿Vieron eso?" - dijo Sofía, con los ojos bien abiertos.

"Sí, vamos a investigar" - sugirió Mateo.

"No sé... ¿y si es peligroso?" - murmuró Julia.

La curiosidad pudo más que el miedo, así que los tres decidieron acercarse. Al llegar, se dieron cuenta de que la puerta estaba entreabierta.

"¡Entramos!" - exclamó Sofía, empujando la puerta con suavidad.

Dentro, la casita estaba decorada con dibujos de niños en las paredes y juguetes curiosos. En el centro había una mesa circular donde se encontraba un libro enorme. Al abrirlo, las hojas comenzaron a brillar.

"¡Wow!" - gritó Mateo. "¡Es un libro de deseos!"

"¿Deseos? ¿Qué tipo de deseos?" - preguntó Julia, intrigada.

Sofía, sin pensarlo dos veces, dijo: "Deseo que podamos volar como pájaros!"

Al instante, una luz envolvió a los tres amigos y, ¡plop! , comenzaron a elevarse del suelo. Volaron por encima del pueblo y pudieron ver todo desde el cielo. Era divertido, pero luego se dieron cuenta de que estaban lejos de casa.

"¿Y ahora cómo volvemos?" - preguntó Julia, asustada.

"Creo que debemos desear algo más" - sugirió Mateo. "¡Deseemos volver a la casita!"

Sofía cerró los ojos y gritó: "¡Deseo que volvamos a la casita!"

Y, en un parpadeo, estaban de vuelta en la sala. El libro seguía brillando y ahora tenía una nueva página en blanco.

"Parece que cada deseo que hacemos se convierte en una nueva aventura" - dijo Mateo.

"¡Probemos de nuevo! Pero esta vez, algo que enseñe algo!" - sonrió Julia.

Después de discutir varias ideas, decidieron desear aprender sobre la vida en el océano.

"¡Deseo conocer el fondo del mar!" - gritó Sofía.

De nuevo, una luz mágica los envolvió y, esta vez, cayeron suavemente sobre un arrecife de coral lleno de peces de colores. Se encontraron con un pez sabio llamado Don Pez.

"¡Hola, amigos! Bienvenidos a mi hogar. Aquí aprenderán sobre la importancia de cuidar del océano" - les dijo Don Pez.

"¿Cómo podemos ayudar?" - preguntó Julia.

"Es fácil. Solo deben recordar que el mar es nuestro hogar y que debemos protegerlo de la contaminación y los desechos. Hagan siempre su parte" - explicó el pez.

Los amigos pasaron el día aprendiendo sobre la vida marina y las especies que habitaban el océano, así como también sobre la conservación del medio ambiente. Al final del día, se despidieron con un nuevo conocimiento.

"¡Volvamos a la casita otra vez!" - dijo Mateo con una sonrisa.

"Esta vez voy a pedir aprender a ser más amables con todos los que nos rodean. ¡Ojalá pueda desear que todos los niños del mundo se sientan felices!" - dijo Sofía.

"¡Eso suena genial!" - aprobó Julia. "¡Hagámoslo juntos!"

Ya de vuelta en la casita, Sofía deseó: "¡Queremos aprender a hacer del mundo un lugar más amable!"

La luz los envolvió y, de repente, estaban en un patio de escuela, rodeados de compañeros que eran muy diferentes a ellos, pero que parecían estar muy felices.

"¿Quiénes son?" - preguntó Julia.

"¡Son niños de distintas partes del mundo!" - respondió un niño con una peluca colorida. "¡Bienvenidos a nuestro día de juegos!"

Los amigos jugaron, rieron, y aprendieron que la bondad y la empatía eran fundamentales para hacer amigos, sin importar de dónde vinieran. Al final del día, se dieron cuenta de que el verdadero poder de la magia no estaba en los deseos, sino en las acciones.

De vuelta en la casita mágica, entendieron que podían usar lo aprendido para hacer del mundo un mejor lugar.

"Gracias, casita mágica, por todas estas aventuras" - dijo Sofía. "Ahora sabemos que cada uno de nosotros tiene el poder de cambiar el mundo con pequeños gestos de bondad!"

"¡Sí! ¡Vamos a contárselo a todos en el pueblo!" - exclamó Mateo.

"¡Y a actuar!" - finalizó Julia, con una amplia sonrisa.

Y así, la casita mágica se desvaneció, pero en sus corazones siempre quedaría el deseo de hacer del mundo un lugar más bonito y lleno de amor.

FIN.

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