La Casita Mágica del Abuelo



Emma y Abril eran dos hermanas inseparables, llenas de curiosidad e imaginación. Un día, mientras jugaban en el jardín, notaron algo extraño debajo de un enorme árbol de ceibo. Intrigadas, se acercaron y descubrieron una casita de madera, como un pequeño refugio escondido entre las raíces.

- ¡Mirá, Abril! - exclamó Emma, con sus ojos brillando de emoción. - ¿Qué será esto? ¿Una casita de duendes?

Abril, nunca a la zaga, corrió hacia la puerta y la abrió con cautela. Dentro, la casita estaba decorada con colores vivos, muebles hechos a mano y hasta un pequeño estante lleno de libros.

- ¡Es hermosa! - gritó Abril. - ¡Vamos a explorar!

Desde ese día, la casita se convirtió en su lugar secreto. Cada tarde, después de la escuela, las niñas corrían hacia el árbol, donde planeaban nuevas aventuras junto a sus amigos, Lucas y Sofía. Ellos, al enterarse del descubrimiento, también querían ser parte de la diversión.

Un día, mientras estaban dentro de la casita, Lucas comentó:

- ¿Y si hacemos una obra de teatro? Podemos invitar a todos los chicos del barrio a vernos.

- ¡Me encanta la idea! - respondió Emma. - Pero necesitamos un guion, unos disfraces y un lugar para ensayar.

- ¡Podemos usar la casita y también el área del jardín! - sugirió Sofía, emocionada.

Las cuatro amigos empezaron a trabajar. Escribieron una historia sobre un valiente caballero que defendía un reino mágico, hicieron disfraces con retazos de tela que encontraron en casa y ensayaron cada tarde, riendo y disfrutando del proceso.

Sin embargo, una semana antes de la gran función, una fuerte tormenta azotó el barrio. Cuando las niñas volvieron a la casita, se dieron cuenta de que parte del techo había sido dañado por el viento.

- Oh no, ¡todo nuestro trabajo se va a arruinar! - lamentó Abril, con lágrimas en los ojos.

- No podemos rendirnos así - dijo Emma, tratando de animar a su hermana. - ¡Hay que reparar la casita!

Los amigos se miraron, decididos a no dejar que su sueño se desvaneciera. Juntos, se pusieron manos a la obra, recogiendo herramientas y materiales. Llamaron a los vecinos para pedir ayuda, y pronto todos se unieron para restaurar la casita.

- ¡Vamos a hacerla aún mejor! - gritó Lucas, lleno de energía.

Con el apoyo de todos, las niñas y sus amigos pusieron un nuevo techo, pintaron las paredes y decoraron el interior. La casita no solo quedó perfecta, sino que también se convirtió en un símbolo de la comunidad.

Finalmente, el día de la función, el jardín estaba lleno de niños, padres y vecinos que habían venido a ver la obra inspirada en la valentía y la amistad.

- ¡Que empiece la magia! - anunció Abril, mientras subía al escenario improvisado.

La obra fue un éxito rotundo. Al final, todos aplaudieron y lo más importante: se dieron cuenta de lo que eran capaces de lograr trabajando juntos.

Después de la actuación, el abuelo de Emma y Abril se acercó y les sonrió con orgullo.

- Ustedes han hecho algo maravilloso, chicas. La verdadera magia no se encuentra en la casita, sino en la amistad y el trabajo en equipo que han demostrado.

Desde aquel momento, la casita del abuelo siguió siendo un lugar donde los sueños se hacían realidad, lleno de risa, juegos y nuevas ideas. Emma, Abril y sus amigos aprendieron que, aunque podían enfrentar obstáculos, juntos podían superar cualquier desafío y vivir grandes aventuras. Y así, cada día era una nueva oportunidad para crear juntos, explorar, soñar y, sobre todo, disfrutar de la magia de la amistad.

FIN.

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