La casita mágica del bosque
Había una vez, en lo profundo del bosque, una casita encantadora donde vivían tres amigos: Sofía, Lucas y Martín. Era un lugar mágico rodeado de árboles altos y flores de todos los colores.
Un día, mientras exploraban el bosque, se dieron cuenta de que había oscurecido rápidamente. Intentaron regresar a sus hogares, pero se perdieron entre los árboles frondosos. Decidieron buscar refugio en la casita del bosque y pasar la noche allí.
Cuando llegaron a la casita, prendieron algunas velas para iluminar el lugar. Se acurrucaron junto al fuego y comenzaron a contar historias divertidas para distraerse. Sin embargo, justo cuando estaban por quedarse dormidos, escucharon un ruido extraño proveniente del piso de arriba.
- ¿Qué fue eso? -preguntó asustada Sofía. - No estoy seguro... deberíamos investigar -dijo Lucas valientemente. Subieron las escaleras con mucho cuidado hasta llegar al cuarto donde provenía el sonido extraño.
Al abrir la puerta lentamente, descubrieron que no había nada más que un viejo baúl lleno de polvo. - ¡Vaya! Solo era el viento moviendo el baúl -exclamó Martín aliviado. Decidieron volver abajo para continuar durmiendo tranquilos.
Pero justo cuando estaban por cerrar la puerta del cuarto, algo inesperado sucedió: apareció un fantasma flotando frente a ellos. Los niños gritaron de miedo y corrieron hacia abajo tan rápido como pudieron. El fantasma los siguió, pero en lugar de asustarlos, comenzó a reírse.
- ¡Ja, ja, ja! ¡No tengan miedo! Soy el fantasma del bosque y solo quería divertirme un poco -dijo el fantasma con una sonrisa amigable. Los niños se miraron entre sí y se dieron cuenta de que no había razón para temerle al fantasma.
Decidieron hablar con él y preguntarle por qué estaba en la casita del bosque. El fantasma les contó que solía ser un niño como ellos llamado Tomás.
Hace mucho tiempo, se había perdido en el bosque y nunca pudo encontrar su camino de regreso a casa. Desde entonces, vagaba por el bosque buscando compañía. Los niños sintieron pena por Tomás y decidieron ayudarlo a encontrar la paz que tanto necesitaba.
Juntos planearon construir una señal luminosa para guiar a los viajeros perdidos hacia la salida del bosque. Durante varios días, trabajaron arduamente recolectando ramas secas y piedras brillantes. Con ingenio e imaginación, crearon una hermosa señal que brillaba intensamente durante la noche.
Cuando terminaron la señal luminosa, invitaron a todos los habitantes del bosque a celebrar su inauguración. Los animales del bosque llegaron emocionados y aplaudieron el esfuerzo de los niños.
Finalmente, Tomás encontró la paz al ver cómo su deseo de ayudar a otros se había cumplido gracias a Sofía, Lucas y Martín. Ahora podía descansar sabiendo que nadie más se perdería en aquel laberinto verde.
A partir de ese día, la casita del bosque se convirtió en un lugar especial donde los niños y el fantasma compartían aventuras y amistad. Juntos, demostraron que incluso los momentos más oscuros pueden convertirse en una oportunidad para aprender, crecer y ayudar a los demás.
Y así, con risas y abrazos, los amigos vivieron felices rodeados de la magia del bosque para siempre.
FIN.