La Casona de Doña Cúrcuma
Doña Cúrcuma, una encantadora señora de elegancia innata, vivía en una majestuosa casona que, como un secreto al viento, se decía tenía forma de flor. Sus grandes ojos, del color del cielo despejado, brillaban con curiosidad y amabilidad. Cada mañana, con su vestido de colores vivos y su sombrero de ala ancha, se proponía darle la bienvenida a cada visitante con una sonrisa radiante, como si le diera la bienvenida a un nuevo día lleno de posibilidades.
La casa, con sus puertas de madera tallada, olía a flores frescas y emanaba la dulzura de los recuerdos. Doña Cúrcuma siempre estaba lista para abrir la puerta, lista para recibir a cualquiera que tuviera algo que contar. Pero había un misterio que rodeaba su hogar. Se decía que la casona estaba encantada y que aquellos que entraban nunca volvían a salir.
Un día, un niño llamado Lucas, que vivía en el barrio cercano, se armó de valor y decidió visitar a Doña Cúrcuma. Había escuchado los rumores sobre la casa, pero su espíritu aventurero le decía que debía descubrir la verdad.
Al llegar, Lucas quedó maravillado por la belleza del lugar. Las flores del jardín parecían bailar con el viento, y los pájaros cantaban melodías que llenaban el aire de alegría. Temblando ligeramente de miedo, se acercó a la puerta.
"Hola, ¿hay alguien en casa?" - preguntó Lucas, con una voz temblorosa.
Doña Cúrcuma se apresuró a abrir la puerta, y, al ver al niño, su rostro se iluminó aún más.
"¡Ah, qué alegría recibirte, pequeño! Bienvenido a mi casona. Te he estado esperando. ¿Qué te trae por aquí?" - dijo con su voz suave y acogedora.
Lucas dudó por un momento, pero al ver la sonrisa de Doña Cúrcuma, se sintió más valiente.
"He oído que esta casa es mágica, y vine a ver si es cierto. Espero no desaparecer como dicen…" - respondió el niño con un guiño de complicidad.
Doña Cúrcuma rió con gracia.
"¿Desaparecer? ¡Oh, querido! Esta casa tiene un encanto especial, pero no debes preocuparte. Aquí solo desaparecen los miedos y las dudas. Acompáñame, y te mostraré lo que de verdad se esconde en este lugar." - dijo mientras le hacía un gesto a entrar.
Lucas, intrigado, cruzó el umbral. Al entrar, se dio cuenta de que, en lugar de desvanecerse, su corazón se llenaba de alegría. En la sala principal, había una gran mesa cubierta de colores: libros, instrumentos musicales, telas brillantes y un sinfín de materiales para crear.
"Aquí es donde la magia sucede. Todos los días tenemos diferentes actividades. Hoy, vamos a crear algo hermoso juntos. ¿Te gustaría pintar?" - preguntó Doña Cúrcuma con una chispa en los ojos.
Lucas no podía contener la emoción.
"¡Sí! Me encanta pintar!" - exclamó.
A medida que pasaba el tiempo, Lucas se fue adentrando en la creatividad. Pintó flores que parecían cobrar vida, e incluso un retrato de Doña Cúrcuma, a quien consideraba una amiga especial. Con cada trazo, sus miedos se desvanecían como la niebla al amanecer.
Pero mientras estaba sumergido en la pintura, fue interrumpido por un fuerte golpe en la puerta. Era el grupo de niños del barrio que había oído rumores sobre la casa y habían venido a ver qué pasaba. Al principio, algunos se mostraron renuentes.
"¿Vas a desaparecer, loco?" - preguntó uno de ellos, con cara de preocupación.
Lucas se dio la vuelta, admirado por la llegada de sus amigos.
"No desaparezco, ¡esta casa es mágica! Aquí todos pueden ser creativos, venid, ¡hay actividades para todos!" - dijo, invitándolos a entrar.
Doña Cúrcuma sonrió, reconociendo que había llegado el momento de compartir la magia del lugar con más niños. Así comenzó una fiesta creativa en la que todos trabajaron en sus obras. Pintaron, inventaron historias, y crearon melodías. Por primera vez, los murmullos sobre la casa encantada se convirtieron en un canto de alegría entre los niños.
Los padres, al escuchar el bullicio proveniente de la casona, decidieron asomarse. Todos quedaron asombrados al ver a sus hijos riendo y creando. Doña Cúrcuma salió a saludarlos.
"¡Bienvenidos! Aquí estamos compartiendo un poco de creatividad. Hoy es un día especial.”
Pronto, los adultos se unieron a la festividad, regresando a su niñez. Convertido en un lugar de encuentro, la casona de Doña Cúrcuma se convirtió en un refugio de risas y alegría.
Desde aquel día, la casa que todos temían se transformó en un espacio especial, donde cada semana se celebraban talleres de arte, música y creatividad. Doña Cúrcuma, con su encantadora sonrisa, abrió las puertas del miedo y el misterio, convirtiéndolos en amistad y alegría.
"¿Ves, Lucas?" - le dijo Doña Cúrcuma un día, mientras miraba a todos crear con entusiasmo.
"El verdadero encanto no está en lo que tememos, sino en lo que podemos construir juntos."
Y así, en la casona de Doña Cúrcuma, nunca más se habló de la casa encantada, sino del lugar donde la magia de la creatividad siempre florece.
FIN.