La Cena de Shabat y el Gato Perdido



Había una vez una niña llamada Ana que estaba muy emocionada porque su amiga Marina la había invitado a cenar en su casa para celebrar el Shabat.

Ana no sabía mucho sobre esta tradición judía, pero estaba ansiosa por aprender. Cuando llegó a la casa de Marina, fue recibida con los brazos abiertos por toda la familia. La madre de Marina preparaba la cena mientras el padre encendía las velas y recitaba una oración.

Ana se sorprendió al ver que todos se tomaban de las manos y cerraban los ojos mientras escuchaban atentamente. Después de la oración, empezaron a comer diferentes platos deliciosos como challah, ensaladas y un guiso llamado cholent.

Mientras comían, hablaban sobre sus vidas y compartían historias divertidas. De repente, escucharon un ruido fuerte en el techo. Todos se quedaron mirándose sin saber qué hacer hasta que Marina saltó de su silla y corrió hacia la puerta trasera.

Cuando abrió la puerta, encontró a un pequeño gato negro asustado tratando de esconderse bajo una maceta. Marina lo levantó con cuidado y lo llevó adentro para presentarlo a todos.

El gato era tan lindo que todos comenzaron a acariciarlo y jugar con él durante toda la cena. Después de cenar, decidieron ir al parque cercano para darle al gato un hogar temporal hasta encontrarle dueño.

Al llegar allí descubrieron algo sorprendente: ¡Había un cartel anunciando que se buscaba desesperadamente un gato negro perdido! Todos estuvieron de acuerdo en que debían llevarlo de inmediato a su dueño. Cuando llegaron a la casa del dueño, el hombre estaba tan feliz de ver al gato que les ofreció una recompensa.

Pero Marina y su familia se negaron amablemente, diciendo que no necesitaban nada más que saber que habían ayudado a reunir al gato con su dueño.

Ana aprendió muchas cosas esa noche sobre la tradición judía, pero también aprendió algo aún más importante: la importancia de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. A partir de ese día, Ana decidió ser siempre una buena amiga y ayudar a las personas cuando lo necesiten.

Y así fue como una cena de Shabat en la casa de Marina cambió para siempre la vida de Ana.

FIN.

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