La cesta mágica de rayos dorados



encontró con su amigo el conejito Saltarín. "¡Hola Caperucita Amarilla! ¿A dónde vas hoy?"- preguntó emocionado el conejito. "Hola Saltarín, voy al bosque a buscar rayos de sol para mi abuelita.

¿Te gustaría venir conmigo?"- respondió Caperucita Amarilla. El conejito asintió con entusiasmo y juntos se adentraron en el misterioso bosque. Mientras caminaban, se encontraron con un pajarito muy triste posado en una rama. "¿Qué te pasa, pajarito?"- preguntó preocupada Caperucita Amarilla.

El pajarito suspiró y le contó que había perdido su nido durante una tormenta y ahora no tenía donde vivir. Sin dudarlo, Caperucita Amarilla tuvo una idea brillante. "No te preocupes, pajarito.

Puedes venir a vivir a casa de mi abuelita hasta que encuentres un nuevo hogar"- le ofreció amablemente. El pajarito saltó de alegría y decidió acompañarlos en su aventura hacia la cesta de rayos de sol.

Mientras continuaban su camino, escucharon un ruido extraño proveniente del arbusto cercano. Cautelosos, se acercaron sigilosamente y descubrieron a un pequeño zorrito atrapado entre las ramas espinosas. El pobrecito lloraba desconsoladamente y no podía liberarse por sí mismo.

Sin pensarlo dos veces, Caperucita Amarilla usó sus manos llenas de amor para apartar las ramas y rescatar al zorrito. "¡Muchas gracias, Caperucita! Estaba muy asustado y no sabía qué hacer"- dijo el zorrito con gratitud.

Caperucita Amarilla sonrió y le explicó que estaban en busca de rayos de sol para su abuelita, y le ofreció unirse a ellos en su misión. El zorrito aceptó emocionado y juntos siguieron su camino hacia la cesta mágica.

Mientras se acercaban al claro donde se encontraba la cesta de rayos de sol, escucharon un ruido fuerte proveniente del fondo del bosque. Curiosos, se adentraron aún más para descubrir qué ocurría. Allí encontraron a una familia de ositos jugando cerca de un árbol caído.

Parecían tristes porque no tenían suficiente comida para sobrevivir el invierno. Caperucita Amarilla sintió mucha compasión por ellos. Sin dudarlo, compartió parte de su merienda con los ositos y les ofreció llevarles rayos de sol para que pudieran tener alimentos más abundantes.

Los ositos agradecieron con alegría y decidieron acompañar a Caperucita Amarilla en su misión hacia la cesta mágica. Juntos caminaron hasta llegar al claro soleado donde brillaba la cesta llena de rayos dorados.

Con mucho cuidado, Caperucita Amarilla llenó la cesta mientras sus nuevos amigos observaban maravillados cómo los rayos danzaban entre sus manos. Luego regresaron al pueblo llevando consigo los rayos dorados que llenarían el corazón de alegría de la abuelita.

Al llegar a casa, la abuelita se sorprendió y emocionó al ver a Caperucita Amarilla acompañada de sus nuevos amigos. "¡Oh querida! No puedo creer lo que has hecho.

Has traído alegría no solo a mi día, sino también a todos estos maravillosos seres"- dijo la abuelita con lágrimas de felicidad en los ojos. Caperucita Amarilla sonrió y comprendió que el verdadero tesoro estaba en compartir amor y bondad con quienes más lo necesitaban.

Desde ese día, el pueblo entero aprendió la importancia de ayudarse mutuamente y vivieron felices rodeados de campos dorados.

FIN.

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