La Chica de la Capa Roja y el Lobo Amistoso



Había una vez una niña llamada Lucía. Ella vivía en un pequeño pueblo y siempre llevaba puesta su hermosa capa roja que le había hecho su abuela. Era una capa tan especial que Lucía sentía que le daba valentía cada vez que la usaba. Un día, su mamá le pidió que llevara una cesta llena de galletas y frutas a su abuela, que vivía en el bosque.

"¡Ten cuidado, Lucía!" - le advirtió su madre. "No hables con extraños y mantente en el camino."

Lucía asintió con la cabeza y, emocionada, se puso en marcha. Mientras caminaba por el bosque, disfrutaba del canto de los pájaros y el murmullo del viento entre los árboles. Pero, de repente, se encontró con un lobo.

El lobo, de pelaje gris y mirada amistosa, la miró con curiosidad.

"¡Hola, pequeña!" - dijo el lobo, con una voz suave. "¿A dónde vas con esa cesta tan linda?"

Lucía, recordando las palabras de su madre, se sintió un poco nerviosa. Pero, al ver la mirada amistosa del lobo, decidió hablarle.

"Voy a visitar a mi abuela, que vive al otro lado del bosque. Llevo galletas y frutas para ella."

"¡Qué lindo! Me encanta que cuides de tu abuela." - respondió el lobo, moviendo la cola. "Pero, ¿no sería más divertido si tomás un atajo y llegás más rápido?"

Lucía se quedó pensando. Aunque era tentador tomar un atajo, recordó las advertencias de su madre.

"No, gracias. Prefiero quedarme en el camino. Sé que si sigo recto, llegaré a mi abuela sin problemas."

"Eres muy sabia, Lucía. A veces, la mejor elección es la más difícil." - dijo el lobo, impresionado por su decisión.

Lucía sonrió y continuó su camino. Sin embargo, el lobo, que realmente no tenía malas intenciones, decidió seguirla un poco para asegurarse de que llegara bien. Mientras caminaban, comenzaron a charlar y a conocerse mejor.

"¿Sabés, Lucía?" - dijo el lobo. "Muchos me tienen miedo solo por mi apariencia. No todos los lobos somos malos."

Lucía reflexionó sobre sus palabras.

"A veces, la apariencia no es lo que importa. Lo importante es cómo somos en nuestro interior."

"Exacto!" - respondió el lobo, sonriendo. "Y también hay que tratar de entender a los demás."

Finalmente, Lucía llegó a la casa de su abuela y la abrazó con mucha alegría.

"¡Abuela! ¡Te traje galletas!"

"¡Oh, querida! Eres un amor. Luego me contarás sobre tu aventura, ¿quieres?"

Mientras se ponían al día, el lobo, que había permanecido fuera, decidió acercarse un poco más y asomarse por la ventana. Lucía lo vio y lo invitó a entrar.

"¡Abuela, este es mi nuevo amigo, el lobo! No es malo, de verdad. Me ha ayudado en el camino."

"¿Estás segura, Lucía?" - preguntó su abuela con cautela.

"Sí, abuela. A veces, solo necesitamos conocer mejor a las personas para entenderlas."

El lobo entró tímidamente y, para sorpresa de la abuela, había traído también un pequeño regalo: un ramo de flores que había encontrado en el camino.

"Esto es para vos, señora. Espero que te guste." - dijo el lobo con un tono amable.

La abuela, sorprendida, sonrió y le agradeció. Juntos, compartieron la merienda y disfrutaron de un momento muy especial.

Desde ese día, Lucía y el lobo se convirtieron en grandes amigos, y el lobo comenzó a visitarles a menudo. Aprendieron que la verdadera amistad no se basa en la apariencia, sino en el respeto, la comprensión y la bondad. También, Lucía siempre seguía el camino correcto, pero aprendió a conocer a las personas antes de juzgarlas.

Y así, Lucía, su abuela y el lobo vivieron muchas aventuras por el bosque, demostrando que la verdadera belleza está en el interior de cada uno.

FIN.

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