La Chica del Espejo
Había una vez en un tranquilo pueblo una joven llamada Lila. Lila era una chica amable y creativa, pero siempre se sentía como si fuera invisible. Cada día, cuando pasaba por el patio de la escuela, escuchaba risas y charlas, pero nunca se le dirigía la palabra.
"¡Hola, Lila!" decían sus compañeras, pero nunca con verdadera emoción. Era como si nadie la viera realmente.
Un día, mientras estaba sentada bajo su árbol favorito en el parque, sintió un profundo vacío en su corazón.
"¿Por qué nadie me ve?", musitó Lila al viento, con lágrimas en los ojos.
A pesar de sus inseguridades, Lila tenía un gran amor por el arte. Pasaba horas dibujando y pintando, creando hermosas obras que nunca mostraba a nadie.
Un día, decidió arriesgarse y presentar uno de sus dibujos en la muestra de arte de la escuela. Se esforzó mucho y estaba emocionada. Sin embargo, el día de la presentación, vio cómo sus compañeros elogiaban las obras de otros pero ignoraban la suya.
"Esto es tan bonito, Sofía!", decía una chica.
"¡Sin duda, el mejor del día!" respondía otro. Lila sintió su corazón hundirse.
Cuando llegó a casa esa noche, se miró al espejo y se preguntó:
"¿Acaso nunca seré vista?".
Con el tiempo, Lila empezó a sentir que su vida era cada vez más tenue, como si estuviera desvaneciéndose.
Un día, caminando por el pasillo de la escuela, escuchó que sus amigas hablaban sobre un baile que se acercaba. Ella quería ir, pero temía que, si lo hacía, seguiría sintiéndose sola. Así que decidió no asistir.
La noche del baile, sentada sola en su habitación, sintió una oleada de tristeza.
"¿Por qué no puedo ser como los demás?", se lamentó.
En ese momento, lo que Lila no sabía era que en su comunidad había personas que realmente se preocupaban por ella, pero no sabían cómo ayudarla. Su amigo Mateo, quien siempre había admirado su talento artístico, notó su ausencia en la escuela. Estaba preocupado.
"¿Dónde estará Lila? No la he visto en días...", le comentó a su hermana, Valeria.
"Quizás deberíamos buscarla y ver si está bien", sugirió Valeria.
Decididos a encontrarla, Mateo y Valeria fueron al parque donde Lila solía pasar su tiempo. Al llegar, notaron algo en el suelo que le pertenecía a Lila: un dibujo.
"¡Mirá! Esto es de Lila", exclamó Mateo. Le dieron un vistazo y se dieron cuenta de lo increíble que era.
"¡Deberíamos hacer algo! Todos deben verlo", propuso Valeria.
Ambos se pusieron a trabajar y organizaron una exposición sorpresa en la plaza del pueblo, invitando a todos. Usaron los dibujos de Lila, y al enterarse de la muestra, ella sintió una mezcla de sorpresa y confusión.
"¿Por qué hiciste esto?", le preguntó al encontrar a Mateo en el parque.
"Porque eres especial, Lila. ¡Y el mundo necesita conocerte!"
Cuando llegó el día de la exposición, Lila se quedó sin palabras. El pueblo entero llegó a admirar su arte.
"Estoy tan feliz de verte aquí", le dijo una de sus compañeras.
"Nunca supe que eras tan talentosa", le confesó otra.
La sonrisa de Lila iluminó el lugar. Por primera vez, sintió que no era invisible. En ese momento, comprendió que a pesar de las luchas, siempre había personas dispuestas a verla por quien realmente era.
Aunque a veces la vida podía ser desafiante, ya no se sentía sola. Y así, una joven que había estado a punto de desvanecerse encontró su luz nuevamente, y comenzó a compartir su voz y su arte con el mundo.
Desde entonces, Lila no solo se convirtió en una artista reconocida, sino también en una amiga que siempre estaba ahí para escuchar a los demás. Su historia inspiró a su comunidad a ser más amables y a estar atentos a aquellos que pueden sentir que son invisibles.
Y así, la chica del espejo ya no se sentía sola. Aprendió que ser vista y valorada comienza con uno mismo y que, a veces, la luz brilla más fuerte cuando la compartimos con otros.
FIN.