La Chica que Desenmascaró Falacias



Era una mañana soleada cuando Sofía, una niña curiosa y llena de preguntas, caminaba por su barrio, cruzándose con varios amigos. Un día, mientras jugaba en el parque, encontró un libro extraño bajo un árbol. Su tapa decía: "El Arte de la Verdadera Persuasión". Intrigada, Sofía lo llevó a casa. Al abrirlo, una luz brillante la envolvió y, de repente, se sintió diferente.

- ¡Guau! - exclamó. - ¡Qué raro!

En ese momento, se dio cuenta de que podía ver o escuchar cuando alguien decía algo engañoso o poco cierto. Era como si tuviera anteojos especiales, que le permitían distinguir falacias. A partir de ese día, su vida cambió para siempre.

Al día siguiente, Sofía se encontró con su amigo, Tomás.

- ¡Sofía! - gritó Tomás mientras jugaba al fútbol. - ¿Venís a jugar?

- Claro, pero primero tengo que decirte algo - respondió Sofía. - No creo que el equipo que elegiste gane, porque sólo elegiste a los más fuertes.

- ¿Y qué tiene de malo eso? - preguntó Tomás, algo confundido.

- Estás cometiendo un error de generalización, Tomás. No porque sean fuertes van a ganar. Hay muchas otras cosas en juego.

Tomás miró a Sofía con asombro. Nunca había pensado en eso.

- Ah, tenés razón - admitió, sonriendo. - ¡Vamos a probar una estrategia diferente!

Así fue como Sofía empezó a usar su habilidad. A medida que pasaban los días, se convirtió en la confidente de sus amigos, ayudándolos a evaluar dudas y problemas en sus discusiones. Pero no todos apreciaban su superpoder.

Un día, mientras estaban en clase, la maestra Mariela empezó a explicar un nuevo tema.

- Y como siempre se dice, es mejor ser una mariposa en el jardín que un gorrioncito en la jaula - dijo, sonriendo. - Significa que siempre debemos ser libres y espontáneos en nuestras decisiones.

Sofía levantó la mano.

- Maestra, eso suena muy bonito, pero es una falacia...

- ¿Cómo? - preguntó la maestra, sorprendida. - Sofía, ¿por qué decís eso?

- Porque además de la libertad, hay que considerar los riesgos de volar sin cuidado. No todo lo libre es bueno. Hay que ser responsables.

Los compañeros de Sofía comenzaron a murmurar.

- ¡Sofía, te lo tomás todo muy en serio! - le dijo una compañera. - Anosé de joder - añadió otra. - Perdés la diversión.

Sofía sintió que se ponía roja. Tal vez estaban en lo cierto; quizás su superpoder no servía para nada.

Cansada de las burlas, decidió un día ir al parque sola. Allí, se sentó en la sombra de un árbol y pensó en su don. ¿De qué serviría si sólo traía problemas?

Mientras descansaba, un grupo de chicos pasó a su lado. Escuchó a uno de ellos, Lucas, que hablaba sobre un nuevo videojuego:

- No me digas que no estoy ganando. He jugado tantas horas que sé que soy el mejor.

Sofía se acercó y le dijo:

- Lucas, eso es un argumento circular. Crees que porque jugás mucho, ya sos el mejor sin haber competido realmente con otros.

Los chicos miraron a Sofía y luego a Lucas, que se encogió de hombros.

- Bueno, quizás tengas razón - admitió Lucas. - Pero es difícil ser el mejor cuando todos están tan metidos en sus celulares.

Sofía sonrió y se dio cuenta que su don podía ayudar a los demás a pensar de una forma diferente:

- Claro, esa es la cuestión - expresó. - Si todos se quedaran en su mundo, ¿cómo podrías demostrar que sos el mejor?

Los chicos comenzaron a hablar entre ellos, reflexionando sobre lo que Sofía había dicho. La conversación fluyó, y pronto se organizaron para jugar juntos.

Cuando regresó a casa, Sofía se sintió diferente. No sólo había descubierto su superpoder, sino que también entendió algo más importante: ayuda a que otros piensen y lleguen a sus propias conclusiones.

En los días siguientes, Sofía continuó ayudando a sus amigos, pero ahora lo hacía con más alegría. En lugar de sentirse sola, había creado un camino donde todos juntos podían aprender a pensar críticamente.

Y así, la chica que desenmascaró falacias se convirtió en heroína de su barrio, inspirando a sus amigos a ser pensadores independientes, capaces de cuestionar y discernir la verdad. Nunca se rindió en su misión, demostrando que a veces, el verdadero superpoder es saber escuchar y ayudar a los demás.

Desde aquel día, Sofía entendió que no sólo era un don, sino una responsabilidad. Y si las risas de sus amigos estaban de por medio en el camino correcto, estaba dispuesta a ser la niña que siempre les mostraría la verdad.

Fin.

FIN.

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