La Cholita Sin Nombre en Valle Alto



Había una vez, en el hermoso Valle Alto de San Benito, una niña conocida por todos como la Cholita Sin Nombre. Esta joven tenía una gran pasión por el arte. Todos los días, caminaba por los senderos de su valle, recolectando hojas de colores, flores y piedras brillantes para crear obras de arte. Sin embargo, ella siempre se sentía un poco triste porque no tenía un nombre propio que la identificara.

Un día, mientras recogía materiales, se encontró con un grupo de niños que estaban jugando al fútbol. Al verla, uno de ellos gritó:

"¡Mirá, la Cholita Sin Nombre!"

Los demás rieron sin querer. La Cholita se sintió un poco pequeña, pero decidió que era hora de demostrarles que ella podía crear algo maravilloso. Entonces, con determinación, les dijo:

"¡Voy a hacer la obra de arte más grande que hayan visto!"

Los niños, intrigados, dejaron de jugar y se acercaron a ella.

La Cholita empezó a trabajar arduamente, diseñando un mural en una gran pared de la escuela del pueblo.

Mientras tanto, los niños se fueron uniendo para ayudarla. Cada uno traía cosas para el mural: pinceles, pintura, y algunas chucherías que habían guardado. Así, sin darse cuenta, empezaron a formar un equipo.

"¡Esto va a ser increíble!" dijo uno de los niños.

"Sí, y vos podés ser la artista principal, Cholita Sin Nombre!" agregó otro.

Durante varios días, el mural tomó vida con colores vibrantes y muchas formas que representaban la naturaleza del valle; mariposas, montañas y muchos animales. Un día, cuando estaban a punto de terminarlo, algunos adultos pasaron y empezaron a murmurar:

"¿Y qué van a hacer con la Cholita Sin Nombre?"

"No parece tan buena, solo sabe jugar con colores".

"Debería tener un nombre para que todos la reconozcan".

La Cholita sintió que las palabras le dolían, como espinas en su corazón. Pero decidió que no se daría por vencida.

"Yo solo quiero que mi arte hable por mí" le decía a los niños, que no dejaron de alentarla.

En ese momento, uno de los niños, llamado Mateo, tuvo una idea.

"¿Qué tal si le ponemos un nombre a tu mural?"

"¡Sí!" respondió la Cholita con entusiasmo.

"Pongámoslo 'El valle de los sueños', porque aquí todos podemos soñar".

Los niños aplaudieron y empezaron a pensar en un nombre para la Cholita.

"Tu nombre puede ser algo que refleje tu arte" dijo una de las niñas.

"¿Qué tal Siembra de Colores?".

"O Mejor, Revolución Artística!"

Era un mar de nombres que resonaban como una melodía en el aire.

Finalmente, todos acordaron que el nombre sería: "Cholita Arcoíris", porque su entusiasmo y su creatividad llenaban de color y alegría a todos a su alrededor. En el día de la inauguración del mural, el pueblo entero se reunió.

"¡Miren el mural de Cholita Arcoíris!", gritó uno.

Y en ese preciso momento, la Cholita se sintió especial, conocedora de que su arte había dejado una firma en el corazón de todos.

Desde ese día, además del mural, Cholita Arcoíris se convirtió en una inspiración para los niños del lugar. Les enseñó sobre el poder del arte, la importancia de trabajar en equipo y cómo un nombre, por más simple que fuera, podía transformarse en un símbolo de identidad y orgullo.

Así, la Cholita Arcoíris se sintió feliz y realizada, porque no solo encontró un nombre, sino que también descubrió el verdadero valor de su arte y la amistad.

Y así, la Cholita Arcoíris continuó creando maravillas en el Valle Alto de San Benito, recordando siempre que los sueños sí pueden hacerse coloridos si trabajas para que así suceda.

FIN.

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