La cigarra que aprendió a trabajar



Era una hermosa mañana de primavera en el campo. La alegría de la estación se sentía en el aire, y los colores vibrantes de flores llenaban el paisaje. En un pequeño claro, la cigarra, llamada Clara, cantaba y bailaba al ritmo de la brisa.

"¡Quiero disfrutar de cada momento!", decía Clara mientras movía sus alas y saltaba de flor en flor.

En cercanías, la hormiga, Ana, trabajaba arduamente, recolectando semillas y hojas para almacenarlas en su hormiguero.

"¿Por qué no te unes a mí, Ana?", la invitó Clara. "La vida es corta, y debemos aprovecharla al máximo. ¡Mira lo divertido que es!".

Ana, que era muy dedicada, solo sonrió y respondió:

"Ojalá pudiera, Clara, pero debo prepararme para el invierno. Hay mucho que hacer y no puedo perder tiempo en juegos."

Clara la miró con curiosidad, pero siguió disfrutando de su primavera, cantando y saltando, mientras Ana seguía trabajando sin parar.

Con el paso de las semanas, Clara disfrutó de sus días soleados, creando melodías y disfrutando de la compañía de sus amigos. Ana, por su parte, seguía recolectando, su esfuerzo siempre constante.

Finalmente, el frío del invierno llegó. Las temperaturas bajaron, y la nieve cubrió el paisaje que antes había sido tan vibrante. Clara, deshiñada y temblando de frío, se dio cuenta de que nunca había pensado en almacenar comida.

"¡Ay, no tengo nada para comer!", exclamó, corriendo hacia el hormiguero de Ana. "¡Por favor, Ana! Necesito ayuda. No tengo nada para sobrevivir durante el invierno!".

Ana miró a Clara con compasión y resolvió:

"Clara, lamento mucho que estés en esta situación. He trabajado duro y he recolectado suficiente para mí. Pero no quiero dejarte sola. Te ofrezco una opción: puedes quedarte conmigo en el hormiguero, y si ayudas en algunas tareas, podré compartir un poco de mi comida contigo."

Clara, aliviada, aceptó con gratitud. "¡Gracias, Ana! A partir de hoy, trabajaré duro como tú!"

Los días pasaron en el hormiguero, y Clara aprendió el valor del trabajo. Aunque no podía cantar como antes, encontró otros modos de entretenerse. Organizó juegos y cuenta cuentos para Ana y sus amigas.

Con el paso del tiempo, Clara trabajaba en el hormiguero, ayudando a recolectar pequeñas provisiones y secar hojas. Aunque extrañaba los días soleados, se dio cuenta de que había encontrado en el trabajo un nuevo sentido de comunidad y camaradería.

Finalmente, el invierno comenzó a ceder, y la primavera reapareció, llenando de vida el entorno. Clara había aprendido una lección valiosa sobre la importancia del trabajo y la amistad.

"Gracias, Ana, por tu ayuda en los momentos difíciles y por enseñarme lo valioso que es prepararse. Voy a trabajar en lo que numeran mis habilidades y a recordar siempre esta experiencia."

Clara decidió no solo dedicar su tiempo a la alegría, sino también a ser responsable. Desde aquel año, trabajó en equipo con Ana, buscando la manera de ser productivas y seguir disfrutando de la vida. Juntas, vivieron felices, ya no como la cigarra y la hormiga, sino como grandes amigas que se apoyaban mutuamente.

Y así, Clara comprendió que cada estación trae sus momentos, pero siempre era bueno estar preparados y, sobre todo, disfrutar del trabajo en compañía.

FIN.

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