La cigarra y la mariposa



Había una vez en un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores, una cigarra llamada Cira que pasaba sus días volando y cantando alegremente. Cira amaba la libertad del aire y siempre estaba en busca de nuevas melodías. Un día, mientras zumbaba sobre las flores, vio a una mariposa que danzaba con gracilidad entre los pétalos.

- ¡Hola! - saludó Cira, emocionada. - ¿Podemos cantar juntas?

La mariposa, que se llamaba Bella, la miró con una sonrisa.

- Claro, amiga. Pero, ¿no te parece que deberías estar preparando algo para el invierno?

Cira se echó a reír, despreocupada.

- ¡No te preocupes! El invierno está muy lejos, y hay tanto que celebrar ahora. Lo mejor es disfrutar del momento.

Bella, pensativa, intentó explicarle:

- Entiendo que quieras disfrutar, pero siempre es bueno prepararse.

Cira, sin hacerle caso, siguió volando y cantando a su ritmo. Así pasaron los días, y Cira continuó divirtiéndose, mientras Bella, cada día, recolectaba néctar y buscaba lugares seguros para resguardarse en invierno.

Un día, mientras Cira estaba distraída en su canto, una ráfaga de viento la sacudió y la hizo caer cerca de un arbusto. Para su sorpresa, se encontró con una familia de hormigas trabajadoras.

- ¿Qué te pasó, cigarra? - le preguntó una de las hormigas, llamada Hormi.

- Estoy bien, ¡solo disfrutando de la vida! - respondió Cira, un poco mareada.

- Pero debes cuidar de ti misma. El invierno se acerca y no hay comida por aquí. ¡Nosotros estamos trabajando duro y almacenando! - dijo Hormi.

Cira se encogió de hombros, pues no parecía tener preocupación. Pero a medida que pasaban los días, la temperatura comenzó a bajar y las flores comenzaron a marchitarse.

Una mañana, Cira despertó y sintió un aire frío. Miró a su alrededor y descubrió que el jardín ya no era el mismo. Las flores no estaban, los árboles estaban nudosos y la comida escaseaba. Asustada, voló de un lado a otro.

- ¡Bella! ¡¿Dónde estás? ! - gritó Cira. No había rastro de la mariposa.

Entonces decidió ir a buscar a Hormi.

- ¡Hormi! ¿Qué hago? No tengo comida ni un lugar donde quedarme.

Hormi, que estaba organizando a sus compañeras, miró a Cira con compasión.

- Puedes quedarte con nosotras, pero tendrás que trabajar. Es hora de aprender a ser responsable.

Cira, sintiéndose avergonzada pero reconociendo su error, asintió.

- Está bien, quiero ayudar.

Así fue como Cira comenzó a aprender de las hormigas. Trabajó junto a ellas recolectando comida y ayudando a construir pequeños refugios. A pesar de que al principio no le gustaba, empezó a disfrutar del trabajo en equipo y la satisfacción de ser parte de algo más grande.

Pasaron los días y llegó el invierno. Pero Cira no estaba sola. Había encontrado un nuevo hogar cerca del hormiguero y había hecho amigos.

Una tarde, mientras se acurrucaban para compartir calor, Cira dijo:

- Gracias, amigas. Nunca imaginé que el trabajo y la colaboración serían tan valiosos. La vida tiene muchas alegrías y también responsabilidades.

Las hormigas sonrieron.

- ¡Siempre hay tiempo para disfrutar! Pero hay que saber encontrar el equilibrio, Cira.

Cuando llegó la primavera, Cira se convirtió en un símbolo de trabajo y alegría entre sus amigas y las demás criaturas del jardín. Aprendió que la vida es mejor cuando se vive con responsabilidad y en armonía con los demás.

Así, Cira no solo siguió cantando y volando feliz, sino que también motivaba a otros a prepararse y trabajar en equipo, compartiendo su historia y su nueva sabiduría por todo el jardín, recordándonos que a veces, en el camino hacia la felicidad, también debemos cuidar las responsabilidades que la vida nos presenta.

FIN.

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