La Cima de la Sabiduría


Había una vez un chico llamado Juan que vivía en un pueblo turístico al pie de la montaña más alta de América, el cerro Aconcagua.

Desde pequeño, Juan había soñado con llegar a la cima y sentirse como un verdadero explorador. Un día, decidió que era hora de hacer realidad su sueño y se inscribió en una expedición para subir al Aconcagua.

Al llegar al punto de partida, los guías le dieron una hoja con información sobre los riesgos que implicaba la actividad y le pidieron que firmara para aceptar las condiciones. Juan no entendió muy bien por qué tenía que firmar algo si él estaba seguro de lo que quería hacer.

Pero después de leer detenidamente el documento, se dio cuenta de que era importante saber todas las implicancias antes de emprender semejante aventura. "¿Estás seguro de querer hacer esto?"- preguntó uno de los guías. "Sí, estoy seguro"- respondió Juan decidido.

La expedición comenzó temprano en la mañana y Juan estaba emocionado por lo que vendría. Los primeros días fueron agotadores pero emocionantes: caminaron durante horas hasta llegar al campamento base, donde descansaron y se prepararon para continuar.

Sin embargo, cuando llegaron a una zona peligrosa del camino, uno de los guías les advirtió sobre los riesgos y les explicó cómo debían proceder para evitar accidentes.

Fue entonces cuando Juan comprendió la importancia del documento que había firmado: no solo era necesario conocer los riesgos previamente sino también escuchar atentamente las indicaciones del equipo profesional encargado del recorrido. A medida que avanzaban, las condiciones climáticas empeoraron y la expedición se volvió más difícil.

Pero Juan estaba determinado a llegar a la cima y no se rindió aunque tuvo algunos momentos de miedo. Finalmente, después de varios días de caminata, llegaron al punto más alto del Aconcagua. La vista era impresionante y Juan sintió una gran satisfacción por haber logrado su objetivo.

"Nunca imaginé que sería tan difícil"- dijo Juan. "Pero valió la pena, ¿verdad?"- respondió uno de los guías sonriendo. "Sí, definitivamente valió la pena"- concluyó Juan con una sonrisa en el rostro.

Desde ese día en adelante, Juan aprendió que para alcanzar grandes metas era necesario estar bien informado sobre los riesgos y escuchar atentamente a los expertos. Y así fue como se convirtió en un verdadero explorador capaz de enfrentar cualquier desafío.

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