La cita mágica en la plaza
Había una vez un hermoso día de primavera en la ciudad de Buenos Aires. Abraham, un joven muy simpático y aventurero, decidió dar un paseo por la plaza del barrio en busca de nuevas amistades.
Mientras caminaba entre los árboles y las flores coloridas, divisó a lo lejos a alguien que le llamó mucho la atención. Era Javier, un chico tímido pero encantador que estaba sentado en una banca, mirando distraído hacia el horizonte.
Abraham se acercó con curiosidad y le dijo:- ¡Hola! ¿Cómo te llamas? Javier levantó la vista sorprendido y respondió tímidamente:- H-Hola... Soy Javier. Abraham sonrió amigablemente y se sentó a su lado. - Mucho gusto, Javier. Yo soy Abraham.
¿Qué haces aquí solo? Javier suspiró y explicó:- Estoy esperando a alguien para tener una cita amorosa en esta plaza. Pero parece que me han dejado plantado. Abraham sintió empatía por Javier y decidió hacer algo especial para animarlo.
- No te preocupes, Javier. Vamos a tener nuestra propia cita amorosa aquí mismo. Será divertido, ya verás. Los dos chicos comenzaron a caminar juntos por la plaza mientras conversaban sobre sus gustos e intereses.
Descubrieron que tenían muchas cosas en común: ambos disfrutaban de la música, les encantaba jugar al fútbol y soñaban con viajar por el mundo algún día. De repente, escucharon música proveniente del quiosco cercano.
Se acercaron corriendo y encontraron a un grupo de músicos tocando alegres canciones. Abraham y Javier no pudieron resistirse y se pusieron a bailar al ritmo de la música. - ¡Esto es increíble! - exclamó Javier, riendo a carcajadas.
Abraham sonrió feliz y respondió:- ¡Así es! A veces las cosas no salen como uno espera, pero siempre hay algo maravilloso esperándonos si estamos dispuestos a buscarlo. Continuaron su paseo por la plaza y se encontraron con una feria de artesanías.
Los chicos observaron con asombro los coloridos objetos hechos a mano y decidieron comprar un recuerdo para recordar ese día especial juntos. Al finalizar el paseo, Abraham tomó la mano de Javier y le dijo:- Gracias por compartir esta cita amorosa improvisada conmigo, Javier.
Me divertí mucho contigo hoy. Javier sonrió tímidamente y respondió:- Yo también me diverti mucho contigo, Abraham. Fue un día inolvidable. Desde ese día, Abraham y Javier se convirtieron en los mejores amigos.
Juntos exploraban la ciudad, descubrían nuevos lugares emocionantes y siempre estaban ahí el uno para el otro cuando necesitaban apoyo o compañía. La historia de Abraham y Javier nos enseña que las mejores amistades pueden surgir en momentos inesperados.
A veces lo importante no es cómo comienza algo, sino cómo lo aprovechamos para hacerlo especial. Y así fue como estos dos amigos demostraron que una simple caminata por la plaza puede convertirse en una aventura llena de magia e amistad verdadera.
FIN.