La ciudad bajo el agua
En un rincón olvidado del mundo, en el fondo del océano, existía una ciudad mágica llamada Acualia. Sus edificios eran de coral y sus calles estaban llenas de peces de colores. La ciudad estaba habitada por criaturas marinas muy especiales: los acuáticos, que eran mezcla de animales del mar y humanos, con coloridos trajes hechos de algas.
Un día, una pequeña acuática llamada Sirena decidió que quería explorar el mundo de arriba, donde la luz del sol brillaba.
"Mamá, quiero ir a la superficie y ver cómo es el sol", le dijo a su madre, que la miró con preocupación.
"Hija mía, el mundo de arriba es muy diferente de aquí abajo. Es ruidoso y peligroso para nosotros".
Pero Sirena, llena de curiosidad y valentía, decidió que no podía esperar más. Tomó un alga especial que brillaba y se la ató en la cabeza como si fuera un sombrero. Con un salto y un giro, salió de Acualia y se encaminó hacia la superficie.
Al llegar a la superficie, se encontró con un mundo sorprendente. El calor del sol la llenaba de energía y vio a los humanos nadando y jugando.
"¡Qué felicidad!", exclamó Sirena, mientras observaba todo a su alrededor.
Pero su alegría se desvaneció cuando vio a unos niños que tiraban basura al agua.
"¡Espera! No deberías hacer eso", gritó, pero su voz se perdió entre las olas.
Decidida a hacer algo, sirvió de puente entre ambos mundos. Nadó de regreso a Acualia y reunió a sus amigos.
"¡Chicos! ¡Debemos ayudar! Los humanos no saben que nuestra casa, el océano, está en peligro. Si siguen tirando basura, Acualia desaparecerá".
Sus amigos se miraron con temor, pero Sirena continuó.
"No podemos quedarnos de brazos cruzados. Necesitamos comunicarnos con ellos".
Así fue como crearon un plan. Los acuáticos decidieron salir de las aguas y presentar sus problemas a los humanos. Al principio, los humanos se asustaron al ver a estas criaturas mágicas, pero pronto se dieron cuenta de que no eran una amenaza.
"Nosotros somos los que cuidamos de este océano. Pero ustedes están haciendo daño. ¡Por favor, ayúdenos!", pidió Sirena.
Los humanos, sorprendidos por la elocuencia de la pequeña acuática, comenzaron a escuchar. Un niño llamado Mateo se ofreció a liderar a sus amigos para limpiar la playa y enseñar a los demás sobre la importancia de cuidar el océano.
"Haremos carteles y organizaremos limpiezas".
"¡Genial!", gritó Sirena emocionada.
Con el tiempo, los niños aprendieron a cuidar el medio ambiente. Comenzaron a recoger la basura y organizar actividades para que otros humanos se unieran a ellos. Sirena y sus amigos acuáticos les mostraron cómo los seres del mar viven en armonía con la naturaleza y lo esencial que es protegerla.
En una de sus aventuras, mientras ayudaban a recoger basura, Mateo encontró algo brillante en la arena.
"¡Miren esto!", exclamó. Era un antiguo artefacto marino, un bello collar de perlas que parecía tener una historia.
Sirena se acercó.
"¡Es parte de nuestra historia! Este collar pertenecía a una reina de Acualia. ¡Debemos devolverlo!", exclamó.
Así que juntos, humanos y acuáticos, se organizaron para devolver el collar a su lugar en el fondo del mar. Al llegar a Acualia, todos se sorprendieron por la belleza y veneración del lugar.
"Gracias por devolver lo que se perdió", dijo el consejo de ancianos de Acualia.
"Esto demuestra que podemos trabajar juntos", agregó Sirena.
Con el tiempo, los humanos comenzaron a cuidar más de los océanos, mientras que los acuáticos se comprometieron a mostrarles el camino. Por su valentía y deseo de hacer una diferencia, Sirena se convirtió en la embajadora entre ambos mundos.
"Juntos podemos hacer que Acualia y el mundo de arriba sean un lugar mejor".
Desde entonces, Acualia prosperó y los humanos aprendieron a respetar y cuidar el océano. Sirena y Mateo se volvieron grandes amigos y cada verano, Mateo visitaba Acualia para explorar sus maravillas, mientras los acuáticos enseñaban sobre la vida marina.
"La ciudad bajo el agua" se transformó para siempre, gracias a la valentía de una pequeña acuática y la curiosidad de un niño que no tuvo miedo de tender una mano y hacer del mundo un lugar más bonito.
FIN.