La Ciudad de las Estrellas Olvidadas



En una ciudad oscura, donde las luces nunca brillaban y el cielo siempre estaba cubierto de nubes grises, vivía un pequeño niño llamado Lucas. A Lucas le encantaba mirar las estrellas, pero nunca las había visto, ya que la oscuridad era tan espesa que parecía consumirse a sí misma.

Un día, mientras caminaba por las calles vacías y descoloridas, Lucas escuchó un susurro suave como el viento. "¿Quién está ahí?"- preguntó con curiosidad.

De entre las sombras apareció una pequeña luciérnaga. "Soy Lía, la luciérnaga. ¿Por qué pareces tan triste?"- le preguntó la criatura brillante.

"Nunca he visto una estrella, y siempre he oído que son hermosas. Pero aquí, sólo hay oscuridad."-

Lía observó a Lucas y sintió su deseo de ver la luz. "Quizás pueda ayudarte a encontrar las estrellas. Pero primero, necesitamos encender más luces en la ciudad. ¡Ven conmigo!"-

Lucas no podía creer lo que escuchaba y decidió seguir a Lía. Juntos, comenzaron a recorrer la ciudad en busca de otros amigos que pudieran ayudarles a iluminar su hogar. Durante su trayecto, se encontraron con una anciana llamada Doña Rosa, que tenía un pequeño farolito.

"¿Qué les trae por aquí, pequeños?"- preguntó.

"Queremos ver las estrellas, pero la ciudad está muy oscura. ¿Podrías ayudarnos?"- respondió Lucas.

"Claro que sí. Vamos a encender este farol. ¡Y si cada uno de nosotros enciende uno, juntas haremos una gran luz!"- dijo Doña Rosa.

Encendieron el farolito y fue un pequeño destello en la oscuridad. Emocionados, Lía, Lucas y Doña Rosa continuaron buscando más ayudantes. En su camino, se encontraron con un grupo de niños jugando en la plaza.

"¿Qué están haciendo en la oscuridad?"- les preguntaron.

"Estamos buscando aventuras, pero no sabemos cómo encontrar luces."- respondieron los niños.

"¡Nosotros tenemos un plan!"- exclamó Lía.

"Podemos encender las luces si todos juntamos nuestros objetos brillantes y los encendemos juntos."-

Los niños estuvieron de acuerdo, y cada uno trajo algo que brillaba: pulseras, relojes, piedras especiales, todo lo que podían encontrar. Así, los pequeños se unieron para crear una gran lámpara, y el grupo comenzó a cantar canciones de alegría. La ciudad comenzó a iluminarse de a poco, y una chispa de esperanza floreció.

Pero cuando parecía que todo estaba saliendo bien, se dio un giro inesperado: una nube negra apareció en el cielo, y la oscuridad intentó apagar las luces que habían encendido.

"No podemos dejar que esto suceda, ¡debemos luchar por nuestras estrellas!"- gritó Lía.

"¡Unámonos! ¡Juntos podemos vencer la oscuridad!"- dijo Lucas con determinación.

Los niños tomaron sus faroles y objetos brillantes, y comenzaron a gritar al unísono: "¡Las estrellas nos guiarán! ¡No vamos a dejar que la oscuridad gane!"-

El eco de sus voces resonó por la ciudad, y algo mágico sucedió: las estrellas comenzaron a brillar a través de las nubes, iluminando todo a su alrededor.

"¡Miren, las estrellas!"- exclamó Lucas.

"Lo logramos!"- gritó Lía.

El cielo se llenó de luces centelleantes, y la ciudad, que había estado sumida en la oscuridad, ahora relucía como nunca antes.

Con el tiempo, la ciudad se convirtió en un lugar lleno de vida, donde cada noche, la gente se reunía para mirar las estrellas que había ayudado a descubrir. Lucas, Lía, Doña Rosa y todos los niños hicieron un pacto: nunca dejarían que la oscuridad los separara de su luz. Y así, cada vez que la ciudad se llenaba de oscuridad, se reunían a encender sus faroles y recordaban el valor de la unión.

La ciudad en la que las estrellas fueron olvidadas, ahora brillaba gracias a la esperanza, la amistad y el coraje de un pequeño grupo que, junto a una luciérnaga mágica, había transformado su hogar.

FIN.

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