La Ciudad de los Poliedros



Era un día soleado y brillante en la Ciudad de los Poliedros, un lugar mágico donde vivían figuras geométricas. En este mundo lleno de colores y formas, cada día era una aventura. Los habitantes eran los poliedros: cubos, pirámides, tetraedros, octaedros y más. Todos ellos tenían personalidades únicas, pero había dos que se destacaban: Cubito, un simpático cubo azul, y Pira, una pirámide amarilla llena de energía.

Un día, mientras exploraban el Parque Geométrico, Pira le dijo a Cubito:

- “¡Hey, Cubito! ¿Te gustaría participar en la gran carrera de la semana? ”

- “Claro, Pira. ¡Será divertido! ” respondió Cubito entusiasmado.

Los dos amigos decidieron entrenar juntos. Cada tarde, practicaban carreras por la plaza. Pero un día, mientras estaban en medio de un entrenamiento, escucharon un gran alboroto en la Ciudad.

- “¡Pira, ¿qué es ese ruido? ! ” preguntó Cubito.

- “No sé, vamos a ver” contestó Pira, mientras corrían hacia el centro de la ciudad.

Al llegar, encontraron a sus amigos rodeando a un gran dodecaedro que estaba llorando.

- “¿Por qué lloras, Dodeca? ” preguntó Cubito con preocupación.

- “¡Nadie quiere jugar conmigo! Soy diferente y no entiendo cómo hacer amigos” suspiró el dodecaedro.

Pira miró a Cubito y se le ocurrió una idea.

- “¡Cubito, y si organizamos un gran juego en el parque para que todos se conozcan! ”

- “¡Genial, Pira! Así Dodeca podrá hacer nuevos amigos”, dijo Cubito mientras sonreía.

Los dos amigos comenzaron a planear el evento. Hicieron volantes coloridos y los repartieron por toda la ciudad. Al día siguiente, el Parque Geométrico estaba lleno. Todos los poliedros estaban emocionados por participar.

- “¡Bienvenidos a la primera Fiesta de Formas! ” dijo Pira.

Cubito y Pira organizaron juegos en pareja, donde cada figura debía formar un equipo con otra diferente. Así, todos empezaron a conocerse y a disfrutar.

- “¡Miren, Dodeca está jugando con los cubos! ” exclamó Cubito emocionado.

- “¡Lo sabía! Es divertido ser diferente”, añadió Pira.

Después de unas horas de juegos, Dodeca se sintió feliz y aceptado.

- “¡Gracias, chicos! No sabía que ser diferente podía ser tan divertido”, dijo Dodeca con una gran sonrisa.

- “¡Dodeca, eres fantástico! Todos aportamos algo único al grupo”, dijo Pira.

Al final del día, todos los poliedros se sentaron en círculo para compartir sus experiencias.

- “Qué lindo que podamos ser diferentes y, aun así, formar un gran equipo”, reflexionó Cubito.

- “Sí, cada uno de nosotros tiene un papel especial”, agregó Dodeca.

Así, la Ciudad de los Poliedros aprendió que la diversidad era su mayor fortaleza. Desde ese día, Cubito, Pira y Dodeca se hicieron inseparables amigos y juntos organizaron muchas más actividades para que todos se divirtieran y se sintieran incluidos. ¡El verdadero valor de la amistad radica en aceptarnos y disfrutar nuestras diferencias! Y así, en la colorida Ciudad de los Poliedros, cada día era una nueva oportunidad para aprender y jugar juntos.

FIN.

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