La Ciudad Sin Luz



En un lugar no muy lejano, había una ciudad llamada Lumínia. Era conocida por sus luces brillantes y sus brillantes noches de faroles. Pero un día, un gran apagón cubrió toda la ciudad de oscuridad. Nadie sabía por qué había apagado la luz, pero todos se sintieron asustados y perdidos.

- ¿Qué vamos a hacer sin luz? - dijo Sofía, una niña curiosa, mirando a su alrededor con preocupación.

- No podemos quedarnos aquí sentados. ¡Debemos buscar una solución! - respondió su amigo Tomás, que siempre estaba lleno de ideas.

Sofía y Tomás decidieron salir a explorar la ciudad en busca de respuestas. Mientras caminaban por las calles oscurecidas, se encontraron con su vecino Don Felipe, un anciano con una gran barba y sabiduría acumulada en sus años.

- ¡Don Felipe! ¿Sabe por qué se fue la luz? - preguntó Sofía.

- A veces, la luz se va cuando olvidamos cuidarla. - respondió él.

- ¿Cuidar la luz? ¿Cómo hacemos eso? - preguntó Tomás, intrigado.

- La luz no son solo las lamparitas. La luz vive en nosotros, en nuestros corazones. Debemos encontrarla en medio de la oscuridad. - dijo Don Felipe con una voz suave, mientras sonreía.

Animados por sus palabras, Sofía y Tomás decidieron que había que ayudar a la ciudad a volver a brillar. Reunieron a sus amigos y les propusieron una idea: - ¡Hagamos una búsqueda del tesoro luminoso! - exclamó Tomás.

La idea era simple; cada uno debía encontrar algo que representara la luz. Se organizaron en grupos y salieron a buscar. Algunos recogieron piedras brillantes, otros hicieron faroles de papel y otros pintaron dibujos de soles y estrellas.

Después de un rato, se reunieron en el parque central, donde Sofía y Tomás habían preparado un lugar para mostrar todas las maravillas que habían encontrado.

- Miren todo esto, ¡nuestros corazones brillan con la creatividad! - exclamó Sofía.

Para sorpresa de todos, al juntar sus hallazgos, una chispa mágica surgió en el aire. Un brillo intenso comenzó a iluminar el parque con los colores de sus creaciones.

- ¡Miren! - gritaron todos con alegría.

- Lo logramos! La luz está aquí, con nosotros - dijo Tomás.

Entonces, Don Felipe se acercó y sonrió mientras observaba a los niños:

- Vieron, la luz siempre estuvo dentro de ustedes. Solo necesitaban recordarlo.

La noticia del parque iluminado se extendió por toda Lumínia. Todos comenzaron a salir de sus casas y se unieron a la celebración. Los adultos también decidieron hacer lo mismo, creando sus propias lámparas y adornos luminosos. Juntos, llenaron la ciudad de alegría, risas y colores.

Pasaron los días y poco a poco, la luz volvió a Lumínia. Pero ahora, no era la misma de antes. Las calles estaban más brillantes gracias a la unión de todos sus habitantes.

Finalmente, Sofía y Tomás aprendieron que la luz no se trata solo de electricidad. La verdadera luz viene de la amistad, la creatividad y la unión.

- ¡Mirá, Sofía! ¡La ciudad está más linda que nunca! - dijo Tomás mientras jugaban bajo las bombillas renovadas.

- ¡Sí! Nos enseñó que juntos somos más fuertes y siempre podemos encontrar la luz, sin importar cuán oscura se vuelva la noche. - concluyó Sofía con una sonrisa, mientras el sol comenzaba a salir tras el horizonte, iluminando Lumínia una vez más.

FIN.

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