La Clase de la Bruja



Era un día como cualquier otro en la escuela Gómez, cuando los cinco amigos, Mario, Melany, Mathías, Lucía y Ana, se preparaban para su clase de ciencias. Sin embargo, esa semana había algo diferente: la profesora que iba a sustituir a la habitual era nada menos que la famosa bruja de Blancanieves.

Al entrar al aula, los chicos sintieron un escalofrío recorriendo sus cuerpos. La bruja, con su larga capa negra y su mirada penetrante, escribió en la pizarra: "Hoy aprenderemos sobre la magia de las plantas".

-Mario se atrevió a hablar. "¿Magia? ¿No nos enseñarán cómo funcionan las plantas de verdad? Llamar a la bruja para esto es raro".

-Melany, un poco asustada, agregó: "Sí, ¡qué raro!".

-Mathías, que siempre era el más valiente, retó a la profesora: "Si sos tan buena en magia, ¿por qué no nos muestras uno de tus trucos?".

La bruja sonrió siniestramente. "Oh, queridos niños, la magia no es un juego. Pero hoy, aprenderán de lo que son capaces las plantas cuando tienen un poco de ayuda mágica".

La clase comenzó, y la bruja hizo un hechizo con unas hojas secas, mezclando pócimas y creando un humo morado que llenó el aula. Los chicos miraban asombrados, y mientras la clase avanzaba, la bruja les empezó a contar cuentos sobre cómo las plantas podían hablar y moverse con magia antigua.

-Lúcia, con su espíritu curioso, levantó la mano. "¿Eso es verdad? ¿Las plantas realmente pueden comunicarse?".

"Por supuesto, querida. Pero solo si saben que deben hacerlo. A veces, necesitan ayuda de amigos". La bruja sonrió de forma escalofriante.

Ana, emocionada pero algo inquieta, decidió que era el momento de experimentar por sí mismos. "¡Vamos a probar a hablarle a las plantas!". Todos estuvieron de acuerdo y sacaron pequeños maceteros que habían traído de casa.

Mientras cada uno hablaba con su planta en voz alta, la bruja observaba desde un rincón, con ojos chispeantes.

Sin embargo, durante esta actividad, comenzaron a suceder cosas extrañas. Las plantas empezaron a moverse ligeramente, como si respondieran a los niños. Mario, asombrado, exclamó: "¡Miren! ¡Están reaccionando!".

Fue entonces que Mathías, muy emocionado, hizo a todos callar y gritó: "Señora, creo que sus plantas están vivas de verdad".

La bruja, sintiéndose amenazada por el entusiasmo de los chicos, sintió que su magia estaba perdiendo control: "¡Silencio! No son más que plantas sin alma". Pero los chicos se miraron mutuamente y decidieron seguir adelante con su idea, ignorando a la bruja.

Poco a poco, se dieron cuenta de que a medida que hablaban con las plantas, estas parecían responder con movimientos sutiles. Mario dijo: "¿Y si intentamos hacer algo más? Las podríamos ayudar a crecer usando nuestros consejos".

"Eso es una gran idea!" dijo Melany.

Así, los chicos decidieron formar un grupo llamado "Los Amigos de las Plantas", donde se ayudaban mutuamente. La bruja, viendo que los niños estaban tan emocionados y enfocados, se sintió impotente.

"¡Nunca lo lograrán!" gritó, pero sus palabras resonaron como un eco, ya que la pura alegría de los niños fue más fuerte.

Entonces, la bruja, molesta, lanzó un polvo mágico intentando deshacer lo que los chicos estaban logrando. Pero la magia de esos cinco amigos era poderosa, y de sus plantas emanó un brillo radiante, contrarrestando la oscuridad del polvo de la bruja.

La bruja, sorprendida, tuvo que retirarse, y antes de irse, les gritó: "¡Están locos! Nunca podrán controlar la magia de la naturaleza".

Los chicos se abrazaron, riendo y sintiéndose victoriosos. Sabían que habían aprendido algo importante: con trabajo en equipo y amor por la naturaleza, podían hacer cosas increíbles.

-Cuando el timbre sonó, todos se quedaron allí, prometiendo seguir cuidando sus plantas. Melany dijo: "Hoy aprendimos que la magia es real, y está en la amistad y el cariño que le tenemos a la naturaleza".

"Sí, ¡y podemos hacer un jardín comunitario!" añadió Ana, sugiriendo el próximo paso.

Así, aquella clase que había comenzado con miedo, terminó siendo un día inolvidable que encendería una chispa en sus corazones, y juntos decidieron cuidar y aprender sobre la magia de las plantas, pero esta vez con sus propios poderes: la amistad y la creatividad.

Desde entonces, aquellos cinco amigos no solo cuidaron sus plantas, sino que también enseñaron a otros niños a hacer lo mismo. La bruja de Blancanieves ya no podía asustarlos, porque habían descubierto su propia magia y sabían que podían ser grandes cuidadores del mundo que los rodeaba.

FIN.

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