La Clase de los Ogros
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques encantados, Sonia y Noe eran dos amiguitas que amaban la aventura. Un día, decidieron que era hora de dar una lección especial sobre un tema que a todos les intrigaba: los ogros.
Los estudiantes, un grupo de niños curiosos, se juntaron en el aula. El sol brillaba con fuerza mientras Noe ajustaba su pizarra y Sonia organizaba unos muñecos de ogros de peluche en el escritorio.
"¡Hola, chicos!", dijo Sonia con una gran sonrisa. "Hoy vamos a descubrir el fascinante mundo de los ogros".
"¡Sí!", exclamó Noe, agitando sus manos. "Pero no solo eso, también aprenderemos que no todo es lo que parece".
Los niños miraban atentos, algunos con una pizca de miedo, otros llenos de emoción. Entonces, Sonia comenzó:
"Primero que nada, ¿qué creen que son los ogros?"
Los chicos se miraron y levantaron las manos.
"¡Son monstruos!" gritó Martín.
"Comen niños" dijo Ana, con una voz temblorosa.
Sonia rió y les aclaró.
"¡Eso es lo que muchos piensan! Pero la verdad es que los ogros son personajes de cuentos que a veces son malentendidos. En realidad, son seres muy solitarios".
Noe tomó el relevo y añadió:
"Miren, hay una historia que les quiero contar: en un bosque, vivía un ogro llamado Romualdo. Era grande, animal y siempre estaba triste. Todos los días, se sentaba a solas y miraba a los niños jugar desde su cueva".
"¿Pero por qué nunca se unía a ellos?", preguntó Lucas, un niño muy curioso.
"Porque creía que todos lo tendrían miedo", respondió Sonia.
Noe continuó con la historia:
"Un día, una niña llamada Lila decidió acercarse a su cueva. Ella había escuchado las historias, pero en su corazón sabía que no todos los ogros eran malos. Lila le llevó una flor y le dijo: 'No te preocupes, ogro, yo no tengo miedo de ti'".
Los chicos estaban encantados.
"¡Qué valiente, Lila!", exclamó Ana.
Entonces, Sonia contestó:
"Sí, y gracias a su valentía, Romualdo descubrió que podía ser amigo de los niños. Desde ese día, se unió a ellos en los juegos y compartió sus historias de aventuras".
Los niños estaban atentos, pero Noe tenía una pregunta para ellos.
"¿Qué creen que pasa si todas las historias sobre ogros son solo rumores? ¿Qué debemos hacer cuando creemos que algo o alguien es diferente?".
Las manos se levantaron rápidamente.
"¡Debemos conocerlos primero!", dijo Lucas.
"¡Y no juzgar!", agregó Ana emocionada.
Sonia sonrió y miró a Noe.
"Exactamente. Muchas veces lo que nos asusta es solo algo que no conocemos. Al igual que Romualdo, algunas personas tienen mucho que ofrecer, pero su forma de ser puede ocultar su corazones bondadosos".
De repente, se escuchó un ruido fuerte desde el fondo del aula, como un retumbar.
Noe se acercó a la ventana y exclamó:
"¡Chicos, miren afuera! ¡Es Romualdo!"
Los niños se asomaron, y para su sorpresa, ahí estaba un ogro verde y gigantesco con una gran sonrisa.
"¡Hola, amigos! ¡Vine a visitarlos!", dijo Romualdo mientras movía su mano.
Los chicos se asustaron un poco al principio, pero Sonia y Noe les sonrieron y dijeron:
"No tengan miedo, hemos aprendido que Romualdo es un buen amigo".
Lila apareció detrás de Romualdo, acercándose a la escuela:
"Soy Lila, y Romualdo es una de las mejores personas que he conocido. Al final, todos tenemos algo especial dentro".
Los niños comenzaron a reír y a aplaudir al ogro, que minutos antes parecía un monstruo.
"¡Queremos jugar!", gritaron llenos de entusiasmo. Romualdo se unió a ellos, riendo y jugando feliz.
Esa tarde, la clase sobre ogros se convirtió en algo más: una lección sobre la aceptación, la valentía y la amistad. Cuando los padres llegaron a buscar a sus hijos, se sorprendieron al ver a una multitud de niños riendo y jugando con un ogro gigante.
"¿Quién hubiese pensado que un ogro podría ser tan divertido?", murmuran algunos adultos.
Sonia y Noe sonrieron mientras observaban cómo los niños habían aprendido que los prejuicios y los miedos a lo desconocido se pueden transformar en amistades mágicas.
"Hoy fue un gran día", dijo Sonia.
"Sí", respondió Noe, "y solo el comienzo de nuestras aventuras".
FIN.