La Clase Ruidosa de Bautista



Era una mañana soleada en la Escuela Primaria San Martín y el timbre sonó, dando inicio a un nuevo día de clases. En el aula de tercer grado, Bautista, un niño curioso y entusiasta, se preparaba para enfrentar un nuevo desafío. Sin embargo, en su clase, había un pequeño problema: ¡los compañeros de Bautista eran muy ruidosos!

Desde el momento en que se sentaba en su pupitre, Bautista podía escuchar las risas y gritos que se escuchaban desde el rincón del aula. Fue entonces cuando decidió hacer algo al respecto.

"¡Chicos! ¡No podemos continuar así!" - exclamó Bautista, levantando la mano para llamar la atención de sus compañeros.

"¿Qué pasa, Bauti?" - preguntó Ana, una de sus compañeras más inquietas.

"Quiero que hagamos algo divertido en lugar de gritar. ¿No podríamos trabajar juntos en silencio y luego contarnos lo que hicimos?" - sugirió Bautista.

Al principio, los demás lo miraron con escepticismo, pero la idea comenzó a rondar por las mentes de sus amigos. Uno de ellos, Mateo, se asomó tímidamente.

"Yo podría dibujar lo que más me gusta de los animales..." - dijo Mateo.

"¡Y yo puedo escribir una historia!" - gritó Valentina, moviendo sus manos emocionada.

"¡Y yo traigo la música!" - añadió Lucas, saltando de su silla.

Bautista decidió organizar una actividad especial, así que les propuso a sus amigos:

"¿Qué les parece si hacemos un “Día del Arte”? Un día en el que cada uno de nosotros se dedique a hacer lo que más le gusta en silencio, y al final, compartimos nuestros trabajos. Por la tarde, tenemos una exposición para que los demás vengan a ver lo que hicimos. ¡Sería genial!"

Los ojos de sus compañeros se iluminaron y comenzaron a aceptar la idea con entusiasmo. Al final de la mañana, el aula había cambiado por completo. Todos estaban ocupados, llenando el espacio de creatividad.

Almediodía, el aula ya era un estallido de colores y risas. Bautista había hecho un enorme mural sobre los océanos, mientras que Mateo había dibujado a su pez favorito y Valentina, por su parte, había escrito un cuento inspirador sobre un perro aventurero.

"¡Miren lo que hice!" - exclamó Mateo, mostrando su dibujo.

Bautista sonrió, satisfecho, y dijo:

"¡Es increíble, Mateo!"

"Gracias, Bauti... a veces me cuesta concentrarme porque hay tanto ruido y no puedo pensar bien" - confesó el niño.

Pronto, llegó la hora de la exposición y los compañeros de otros grados comenzaron a entrar al aula. La maestra Laura sonrió al ver la transformación.

"Chicos, estoy muy orgullosa de ustedes. Han creado un ambiente de respeto y creatividad. ¿Están listos para mostrar sus obras?" - dijo la maestra, aplaudiendo.

El aula se llenó de murmullos admirativos mientras cada niño compartía su trabajo. Lo que comenzó como una clase llena de ruido se había convertido en un espacio lleno de risas y arte, donde cada uno mostró su talento sin interrumpir al otro.

Un papá de un compañero, que había venido a ver la exposición, se acercó a Bautista y le dijo:

"¡Qué gran idea tuviste, Bautista! Cuánta creatividad hay aquí. Ojalá todos los días pudieran ser así."

Entonces, el eco de los aplausos llenó el aula y, en ese momento, Bautista se sintió más que feliz. Aprendió que a veces, solo se necesitaba un poco de organización y creatividad para convertir incluso el aula más alborotada en un lugar inspirador y divertido.

Al final del día, Bautista miró a sus amigos y les dijo:

"Chicos, esto fue genial. ¡Qué les parece si hacemos Día del Arte una vez al mes!"

Todos acordaron emocionados, y así, la clase ruidosa de Bautista se transformó en una clase de amigos creativos que sabían cómo trabajar en equipo y valoraban el silencio y la expresión artística. Nadie olvidaría lo especial que fue ese día, y gracias a un niño que se atrevió a pedir un cambio, su aula nunca volvió a ser la misma.

FIN.

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