La cocina de Laguna Prieta


En un pequeño pueblo llamado Laguna Prieta, vivía una niña llamada Jadelin Santana. Desde muy pequeña, Jadelin había aprendido a ayudar a su madre en la cocina, donde cocinaban deliciosas comidas en un antiguo fogón de leña.

A pesar de que el trabajo era duro, Jadelin disfrutaba cada momento que pasaba junto a su madre, aprendiendo recetas tradicionales y compartiendo historias familiares.

Un día, mientras Jadelin estaba revolviendo una olla de guiso con su madre, escucharon un ruido proveniente del exterior. Al asomarse por la ventana, vieron a una niña de cabello largo y brillante que se acercaba corriendo hacia ellas. Era la hermana menor de Jadelin, llamada Camila.

"¡Hola! ¿Qué están cocinando hoy?" -preguntó Camila emocionada. "Estamos preparando uno de tus platos favoritos: pastel de papas", respondió la madre de las niñas con una sonrisa.

Camila se unió a Jadelin y su madre en la cocina, ansiosa por aprender a cocinar como sus hermanas mayores. Juntas picaron verduras, mezclaron ingredientes y armaron capas de papas y carne molida para el pastel. Mientras trabajaban en equipo, compartían risas y anécdotas divertidas.

Una vez que el pastel estuvo listo para hornearse, las tres mujeres lo colocaron con cuidado en el horno caliente. Mientras esperaban que se cocine, decidieron sentarse alrededor del fogón y compartir cuentos sobre antiguas tradiciones del pueblo. De repente, escucharon un fuerte estruendo proveniente del horno.

Corrieron hacia él y descubrieron que el pastel estaba dorado y perfectamente cocido. Lo sacaron con cuidado y lo llevaron a la mesa para compartirlo en familia. "¡Qué rico huele!" -exclamó Camila mientras cortaban porciones generosas del pastel.

"Gracias por ayudarnos hoy", dijo la madre orgullosa de sus hijas. "Trabajar juntas en la cocina nos permite crear momentos especiales como este". Jadelin miró a su hermana menor con cariño y le dio un abrazo cálido.

Sabía que aunque las cosas pudieran ser difíciles a veces, siempre podían encontrar alegría y conexión en las simples tareas diarias como cocinar juntas.

Así terminó otro día inolvidable en Laguna Prieta, donde el aroma de las comidas caseras se mezclaba con risas familiares y el calor reconfortante del hogar.

Y Jadelin supo entonces que no importaba qué desafíos enfrentara en el futuro; siempre tendría a su familia cerca para apoyarla y enseñarle el valor de trabajar juntos hacia un objetivo común: mantener viva la tradición familiar. Y colorín colorado... ¡este cuento costumbrista ha terminado!

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