La cometa de Misael


Misael era un niño aventurero y curioso que amaba explorar nuevos lugares. Desde pequeño, soñaba con conocer el mundo entero y descubrir todos sus secretos.

A medida que crecía, su pasión por los viajes se hacía cada vez más fuerte. Sin embargo, en el año 2050, todo había cambiado. Los autos voladores eran el único medio de transporte y Misael sufría de vértigo.

Cada vez que subía a uno de esos vehículos, sentía cómo su cuerpo temblaba y las náuseas lo invadían. Un día, mientras caminaba por la calle pensando en su problema, vio a un grupo de niños jugando con cometas en el parque.

Se acercó para observarlos y quedó maravillado con la forma en que las cometas volaban libremente en el cielo. - ¡Qué hermoso es ver cómo vuelan las cometas! -dijo Misael-. Me encantaría sentir esa libertad.

Los niños sonrieron al escucharlo y le ofrecieron una cometa para que la probara él mismo. Misael dudó un momento pero finalmente aceptó. - No sé si podré hacerla volar -dijo nervioso mientras sostenía la cuerda de la cometa.

Pero cuando soltó la cuerda, algo mágico ocurrió: sintió como si él también estuviera volando junto a la cometa. El viento soplaba en su rostro y sus pies dejaban atrás todo miedo e inseguridad. Desde ese día, Misael comenzó a practicar con su propia cometa todos los días.

Aprendió a controlarla y hacerla volar cada vez más alto. Con el tiempo, su vértigo fue desapareciendo y se sentía más seguro de sí mismo.

Un día, mientras volaba su cometa en un campo abierto, vio pasar un auto volador por encima de él. Miró hacia arriba y se dio cuenta de que ya no le daba miedo verlos desde abajo. - Tal vez algún día pueda subir a uno de esos autos -pensó Misael-.

Pero por ahora, estoy feliz con mi cometa y la libertad que me hace sentir. A partir de ese momento, Misael siguió explorando el mundo a través de sus viajes en tierra y mar.

Y siempre llevaba consigo una pequeña cometa para recordarle que la verdadera aventura estaba dentro de él mismo.

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