La Comida Compartida



Había una vez en un lindo vecindario, un perro llamado Rocco y un gato llamado Timo. Rocco era un perro alegre y juguetón, mientras que Timo era un gato astuto y observador. Un día, mientras el sol brillaba y los pájaros cantaban, ambos se encontraron en la cocina, donde sus dueños les estaban sirviendo la comida.

"¡Mmm, qué rico!" dijo Rocco, lamiéndose los labios. "No puedo esperar a comer todo esto."

"Yo también tengo hambre," respondió Timo, moviendo su cola con curiosidad. "Espero que sea un festín."

Rocco devoró su comida en un instante. Era tan bueno que no pudo evitar sentirse emocionado cuando le sirvieron más, más y más.

"¡Esto es increíble!" ladró Rocco. “¡Voy a ser el perro más feliz del mundo! ”

Mientras tanto, Timo seguía disfrutando su comida, lentamente, con calma y elegancia. Estaba disfrutando cada bocado. Pero, para cuando Rocco terminó su tercer plato, Timo aún tenía mucha comida en su plato.

Rocco miró a Timo y no pudo evitar sentir un poco de envidia.

"¿Te gustaría compartir, Timo?" preguntó Rocco con un guiño.

"No, Rocco, esto es mío. Pero si quieres, puedo compartir un poco."

Pero Rocco no quería esperar. Él pensó que la comida de Timo se veía tan sabrosa que decidió ir y robar un bocado.

Sin pensar, Rocco se acercó al plato de Timo, y cuando se inclinó para tomar un mordisco, Timo lo vio y se asustó.

"¡Hey! ¡No toques mi comida!" gritó Timo. Y justo cuando Rocco intentó meter su hocico, Timo le dio un zancada y lo arañó suavemente.

Rocco se detuvo en seco. No esperaba esa reacción.

"¡Ay! ¡Eso dolió!" exclamó Rocco, alejándose rápidamente. "Nunca más intentaré comer tu comida."

Desde ese día, Rocco aprendió una lección muy importante. Ya no le robaba la comida a Timo. En su lugar, cada vez que Rocco veía que Timo estaba comiendo, se sentaba pacientemente a su lado, esperando ser invitado a compartir un poco.

Un día, mientras el sol se ponía, Timo se giró hacia Rocco y le dijo:

"Sabes, Rocco, si tienes hambre, sólo pídeme un poco. Siempre estoy dispuesto a compartir."

Rocco movió la cola emocionado.

"¿De verdad? Eso sería increíble, Timo. Me encanta compartir contigo."

Así, Rocco y Timo se volvieron grandes amigos. Aprendieron que compartir es mejor que tener todo para uno mismo, y que disfrutar de la compañía del otro hacía las comidas aún más deliciosas.

Desde ese momento, siempre que comían, lo hacían juntos. Y aunque a veces Rocco seguía comiendo un poco más rápido, Timo nunca tuvo problemas en compartir lo que tenía.

Así, en un pequeño vecindario, un perro y un gato vivieron felices, disfrutando de sus comidas juntos y aprendiendo que la amistad y la generosidad son las mejor recetas para una vida armoniosa.

FIN.

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