La Comida Feliz



Había una vez un pequeño hot dog llamado Salchichín, que vivía en una colorida y animada ciudad llamada Hamburguesalandia. Salchichín era único en su especie, ya que tenía vida propia y podía moverse por sí mismo.

A pesar de ser tan especial, Salchichín se sentía muy triste. Todos los días veía cómo sus amigos hot dogs eran devorados por las personas que visitaban los puestos de comida rápida de la ciudad.

Un día, mientras caminaba por la calle principal de Hamburguesalandia, Salchichín pasó frente a un puesto de hot dogs donde estaba su amigo Pepito. "Hola Pepito", saludó Salchichín con tristeza. "Hola Salchichín, ¿qué te pasa? Te veo muy desanimado", respondió Pepito preocupado.

Salchichín suspiró y le contó a Pepito lo mal que se sentía al ver cómo todos sus amigos terminaban siendo comidos. "No puedo evitar sentirme triste y asustado pensando que algún día me tocará a mí también", dijo Salchichín con voz temblorosa.

Pepito reflexionó unos segundos y luego sonrió. "¡Tengo una idea! Vamos a hablar con el Sr. Mostaza, él es sabio y seguro nos dará buenos consejos".

Ambos amigos fueron corriendo hasta llegar al frasco de mostaza gigante donde vivía el Sr. Mostaza. Le contaron sobre la angustia de Salchichín y le pidieron ayuda para encontrar una solución. El Sr.

Mostaza escuchó atentamente y luego les dijo: "Queridos amigos, entiendo lo que sienten, pero recuerden que todos somos diferentes y únicos. En lugar de enfocarse en lo negativo, deberían celebrar su individualidad y encontrar una forma de ser felices". Salchichín y Pepito se miraron sorprendidos, no esperaban esa respuesta.

Pero decidieron seguir el consejo del Sr. Mostaza y buscar la manera de ser felices. Los dos amigos comenzaron a explorar Hamburguesalandia en busca de nuevas experiencias.

Conocieron a otros alimentos vivientes como pizzas, papas fritas y helados, quienes también tenían miedo de ser comidos. Juntos formaron un grupo llamado "La Comida Feliz" donde compartían sus historias y aprendían a valorarse mutuamente por lo que eran. Un día, mientras La Comida Feliz disfrutaba de un paseo por el parque, Salchichín notó algo extraño.

Vio a un niño triste sentado en un banco con una hamburguesa frente a él. Sin pensarlo dos veces, Salchichín se acercó al niño y le dijo: "Hola, ¿estás bien?"El niño levantó la cabeza sorprendido. "No estoy muy bien...

Me encanta comer hamburguesas pero siempre me siento mal después", respondió el niño con tristeza. Salchichín sonrió amablemente y le contó al niño sobre su experiencia personal. Le explicó cómo había encontrado la felicidad aceptándose tal como era.

El niño escuchó atentamente las palabras de Salchichín y decidió darle una oportunidad al hot dog vivo. Juntos descubrieron que podían disfrutar de la comida sin hacer daño a nadie, optando por opciones más saludables y respetuosas.

A partir de ese día, Salchichín se convirtió en el mejor amigo del niño. Juntos exploraron Hamburguesalandia, disfrutando de las atracciones sin dañar a sus amigos alimentos vivientes.

Salchichín aprendió que la verdadera felicidad no está en lo que comes, sino en cómo vives tu vida y valoras a los demás.

A medida que pasaban los días, más personas se unían al movimiento "La Comida Feliz" y juntos crearon un lugar donde todos podían ser ellos mismos sin temor a ser devorados. Y así, Salchichín demostró que incluso siendo un hot dog vivo rodeado de hot dogs comestibles, era posible encontrar la felicidad y hacer del mundo un lugar mejor para todos.

FIN.

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