La competencia de René y Ramiro



En un bosque encantado, vivían una rana llamada René y un conejo llamado Ramiro. Ambos eran muy amigos, pero siempre discutían sobre quién era mejor en diferentes cosas.

Un día, mientras saltaban por el prado, René dijo: "¡Yo soy la mejor en saltar! Ningún animal puede superarme". Ramiro, con su nariz temblorosa, respondió: "Pero yo soy el más rápido corriendo. ¡Nadie puede alcanzarme!".

Ambos animales se miraron desafiante y decidieron hacer una competencia para determinar quién era realmente el mejor. Acordaron realizar tres pruebas: salto largo, carrera de velocidad y natación. La primera prueba fue el salto largo. René dio un gran salto y aterrizó a varios metros de distancia.

Ramiro tomó impulso y se lanzó con todas sus fuerzas, superando la marca de la rana. "¡Ja! ¡Te lo dije! Soy el mejor saltando", exclamó triunfante René. Llegó la segunda prueba, la carrera de velocidad.

El conejo y la rana se prepararon en la línea de salida. Al dar la señal, Ramiro salió disparado como un rayo mientras que René saltaba velozmente con todas sus fuerzas. Fue una carrera reñida, pero al final Ramiro cruzó la meta primero.

"¡Soy imbatible en velocidad!", gritaba emocionado. Para la última prueba, nadar a través del arroyo cercano hasta llegar al otro lado.

La rana se zambulló ágilmente en el agua y comenzó a nadar con destreza gracias a sus patas palmeadas. Por otro lado, el conejo no estaba tan cómodo en el agua pero decidió intentarlo igualmente.

Mientras nadaban hacia adelante luchando contra las corrientes del arroyo, algo inesperado sucedió: Ramiro empezó a cansarse rápidamente y luchaba por mantenerse a flote; sin embargo, René seguía avanzando sin problemas hacia la meta opuesta. Finalmente, René llegó primero al otro lado del arroyo mientras que Ramiro tuvo que ser rescatado por unos patitos amables que pasaban por allí.

"¡Lo logré! ¡Soy oficialmente mejor que vos!", exclamaba feliz René ayudando al agotado conejo a salir del agua.

Ramiro aceptó humildemente su derrota y ambos animales se abrazaron riendo juntos sobre las lecciones aprendidas durante su competencia amistosa:"A veces es bueno reconocer las fortalezas de los demás y celebrarlas", reflexionaba René. "Y también aprender que cada uno tiene habilidades únicas que los hacen especiales", agregaba sonriente Ramiro.

Desde ese día en adelante, tanto la rana como el conejo disfrutaron compartiendo aventuras juntos sin importar quién fuera mejor en algo específico porque descubrieron que lo verdaderamente importante era apreciar las diferencias y fortalezas individuales de cada uno.

FIN.

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