La competencia del Colegio Alegre
Había una vez un niño llamado Pablo que iba al colegio con todos sus amigos. El colegio se llamaba "Colegio Alegre" y estaba lleno de diversión y aprendizaje.
Un día, Pablo y sus amigos decidieron hacer una competencia de deportes en el patio del colegio. Cada uno representaría a su equipo favorito y jugarían diferentes disciplinas.
Pablo pertenecía al equipo de fútbol, así que se puso su camiseta celeste y blanca para honrar a su querido club "Atlético Fénix".
Sus amigos también lucían orgullosos los colores de sus equipos: Martín llevaba la camiseta roja del "Club Deportivo Rayo", Sofía tenía puesta la remera azul del "Club Atlético Océano" y Lucía vestía el uniforme negro y amarillo del "Club Deportivo Tigre". El profesor de educación física, el señor López, organizó las actividades para ese día. Primero jugaron un partido de fútbol en donde Pablo demostró sus habilidades como goleador.
Luego pasaron a jugar al básquetbol, donde Martín sorprendió a todos con su talento para encestar triples desde cualquier parte de la cancha. Después llegó el turno del vóley. Sofía mostró su destreza en este deporte, haciéndole honor al nombre del equipo "Océano".
Lucía también brilló en esta disciplina, demostrando ser una gran jugadora. Cuando terminaron los juegos deportivos, decidieron relajarse un poco antes de ir a clase. Se sentaron debajo de un árbol en el patio y comenzaron a contar chistes.
Pablo contó uno sobre un perro llamado —"Pulga" que siempre estaba saltando de alegría. Todos se rieron y siguieron compartiendo chistes hasta que sonó la campana.
Ya en clase, la maestra, la señorita Fernández, les propuso una actividad muy especial. Les pidió que escribieran un cuento usando palabras que comenzaran con las iniciales de los nombres del colegio. Pablo se puso a pensar y rápidamente llegó a una idea.
Comenzó su cuento diciendo: "En el Colegio Alegre vivían muchos animales amigos".
Siguió describiendo cómo cada animal tenía una habilidad especial: el canguro Alberto saltaba muy alto, la jirafa Laura alcanzaba las hojas más altas del árbol, el elefante Ernesto era fuerte y podía levantar troncos pesados, y así sucesivamente. El cuento de Pablo fue tan creativo que la señorita Fernández decidió compartirlo con toda la clase al día siguiente. Todos sus compañeros quedaron encantados con el relato y aplaudieron emocionados.
Desde ese día, Pablo se convirtió en una inspiración para sus amigos. Les enseñó que todos podemos ser creativos y divertidos si nos esforzamos e imaginamos cosas nuevas.
Y así, en el Colegio Alegre, Pablo y sus amigos continuaron disfrutando de muchas actividades emocionantes mientras aprendían juntos cada día.
FIN.