La Comunicación en el Árbol de Amistad



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un grupo de amigos muy especiales: Martina, Lucas y Valentina. Ellos siempre se divertían juntos, pero a veces tenían problemas para comunicarse y entenderse.

Un día, Martina tuvo la idea de construir una casa en el árbol para que pudieran tener su propio lugar donde jugar y hablar sin interrupciones. Los tres amigos estuvieron de acuerdo y comenzaron a planificar cómo sería la casa.

Lucas era muy bueno con las herramientas, así que se encargó de conseguir los materiales necesarios para construir la casa. Valentina era creativa y tenía muchas ideas sobre cómo decorarla. Y Martina era organizada y llevaba registro de todo lo que necesitaban hacer.

Durante semanas, trabajaron arduamente construyendo la casa en el árbol. Aprendieron a medir, cortar madera y usar clavos sin lastimarse. Cada uno tenía su tarea asignada y trabajaban juntos como un equipo.

Cuando finalmente terminaron la casa en el árbol, quedaron maravillados con el resultado. Tenía escaleras secretas, una tirolina e incluso un pequeño jardín colgante. "¡Es perfecta!"- exclamó Valentina emocionada. "¡Sí! Ahora tendremos nuestro propio espacio donde podremos hablar sin interrupciones"- dijo Lucas sonriendo.

Martina saltó de alegría al ver cómo su idea se había convertido en realidad. Estaban felices porque habían logrado trabajar juntos para alcanzar su objetivo común.

Pero pronto descubrieron que tener su propia casa no solucionaba todos sus problemas de comunicación. A veces, todavía se malentendían y discutían. Un día, mientras estaban en la casa en el árbol, Martina propuso hacer un juego de roles para practicar cómo expresar sus sentimientos y resolver conflictos de manera saludable.

"Yo seré Martina, Lucas serás Valentina y Valentina serás yo. Así podremos entender mejor las perspectivas del otro"- explicó Martina. Los tres amigos aceptaron el desafío y comenzaron a representar situaciones en las que habían tenido problemas antes.

Practicaron hablar con calma, escuchar atentamente y encontrar soluciones juntos. Después de varias rondas de juegos de roles, notaron una gran mejora en su comunicación. Ahora entendían mejor los sentimientos del otro y encontraban maneras creativas de resolver sus diferencias.

Con el tiempo, la casa en el árbol se convirtió no solo en un lugar divertido para jugar, sino también en un espacio donde aprendieron a construir relaciones saludables basadas en la autonomía y la comprensión mutua.

Y así fue como Martina, Lucas y Valentina descubrieron que tener su propia casa no era lo más importante. Lo verdaderamente valioso era haber aprendido a comunicarse efectivamente y construir relaciones saludables que durarían toda la vida.

FIN.

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