La Conejita Distraída



Érase una vez, en un hermoso prado lleno de flores y árboles frutales, una conejita llamada Lila. A Lila le encantaba saltar y jugar, pero había un problema: no le gustaba hacer caso a su docente, la sabia tortuga Doña Tula, y siempre terminaba peleando con sus amigos.

Un día, mientras todos los conejitos se preparaban para una clase de cocina, Lila decidió que era más divertido explorar el bosque en vez de escuchar las instrucciones de Doña Tula.

"¡No quiero hacer pasteles de zanahoria!", protestó Lila. "¡Quiero encontrar un tesoro!".

Sus amigos, una conejita llamada Carla y un conejito llamado Tito, intentaron convencerla.

"Pero Lila, el pastel de zanahoria es riquísimo y será muy divertido hacer el más grande de todos", dijo Carla.

"Sí, vení con nosotres, ¡te vas a divertir mucho!", añadió Tito.

Pero Lila, decidida a hacer lo que quería, respondió:

"No, gracias. Yo prefiero mi aventura. ¡Nos vemos luego!".

Lila se internó en el bosque, saltando entre los arbustos y riendo mientras sus amigos comenzaban a mezclar los ingredientes. Sin embargo, tras un rato de buscar un tesoro imaginario, se dio cuenta de que se había perdido. Todo a su alrededor se veía igual, y la luz del sol empezaba a desvanecerse.

"Oh, oh. ¿Dónde estoy?", murmuró Lila, sintiéndose un poco asustada.

Intentó volver sobre sus pasos, pero cada vez parecía que se alejaba más de casa. Comenzó a extrañar a sus amigos y la alegría de hacer el pastel juntos.

Mientras vagaba, encontró un claro iluminado donde vio a un grupo de animales. Eran los habitantes del bosque, juntos, escuchando las historias de un Búho anciano.

"¡Qué interesante!", pensó Lila. Quería unirse, pero como no sabía cómo hacerlo, decidió interrumpir.

"¿Qué cuentan? ¡Quiero escuchar!", gritó sin pensar.

Los animales se miraron sorprendidos y el Búho paró de hablar.

"Querida conejita, aquí compartimos historias en paz. No es adecuado interrumpir, y mucho menos hacerlo con gritos", dijo el Búho con amabilidad.

Lila se sintió mal por su comportamiento, pero aún así insistió:

"Pero yo quería saber sobre tesoros y aventuras".

El Búho sonrió y le respondió:

"El mayor tesoro que puedes tener es el respeto y la amistad, pequeña. Cuando aprendes a escuchar y a compartir, entonces siempre encontrarás tesoros en tu corazón.

Las palabras del Búho resonaron en la mente de Lila, y recordó a sus amigos, que siempre estaban ahí para ella, incluso cuando ella no hacía caso. En ese momento, decidió que era hora de volver y pedirles disculpas.

"Gracias, señor Búho. ¡Voy a buscar a mis amigos!", exclamó Lila al darse la vuelta y salir corriendo.

Al llegar al lugar donde Doña Tula estaba enseñando, Lila vio al resto de los conejitos decorando un enorme pastel de zanahoria.

"¡Lila! ¡Volviste!", gritó Carla al verla.

"Lo siento, amigos. Me perdí y me di cuenta de que ustedes son lo más importante. No quiero discutir más, quiero ayudar a hacer el pastel", dijo Lila con sinceridad.

"¡Por supuesto! Todos cometemos errores, lo importante es aprender de ellos", dijo Tito, mientras le ofrecía un batidor para que empezara a mezclar.

Desde ese día, Lila decidió escuchar más a sus amigos y a Doña Tula. Se convirtió en una conejita más amable y respetuosa, entendiendo que los mejores tesoros no eran materiales, sino los amistades y las risas compartidas. Y así, juntos, disfrutaron de su mayor aventura: un delicioso pastel de zanahoria, que celebraba su nueva amistad y su aprendizaje.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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