La Conejita Sin Voz
Había una vez, en un bosque frondoso y lleno de vida, una pequeña coneja llamada Lila. A diferencia de los demás animales que poblaban el bosque, Lila no podía emitir sonido alguno. Todos los días, veía cómo sus amigos se comunicaban con gritos, ladridos y balidos. Los leones rugían con fuerza y las ovejas balaban dulcemente. Sin embargo, ella solo podía mover sus labios, pero nada salía de su boca.
Una mañana soleada, Lila decidió visitar a su mamá, la mamá coneja, que era conocida por ser muy cariñosa. Al llegar a su lado, se tiró en el pasto y la miró con ojos llenos de amor.
"Mamá, ¿por qué no tengo voz como los demás animales?" - preguntó Lila, con tristeza.
La mamá coneja sonrió y acarició a Lila:
"Querida Lila, tu amor no se mide por las palabras, sino por los actos que realizas. A veces, el cariño se puede mostrar de muchas maneras."
Lila, aunque seguía un tanto confundida, decidió seguir el consejo de su mamá y se puso en marcha por el bosque. Primero, se encontró con el león, que estaba jugando con sus leoncitos. Ella se acercó y, en lugar de gritar, comenzó a dar saltitos alrededor de ellos, jugando a hacer sombras con sus patas. Los leoncitos rieron y se divirtieron tanto que el león se dio cuenta del cariño que Lila estaba mostrando:
"¡Mirá cómo juega esta conejita! Tiene una forma única de expresarse" - dijo el león.
Siguió su camino y encontró a una oveja que estaba triste porque se había perdido. Lila corrió hacia ella y la guió por el sendero correcto, acompañándola con sus saltos llenos de alegría. La oveja, al sentir su presencia, se sintió mejor.
"¡Gracias, Lila! No sé qué haría sin vos. Tu compañía es el mejor consuelo" - dijo la oveja aliviada.
Cada día, Lila ofrecía su ayuda a un animal diferente. Ayudaba a construir nidos con las aves y a cavar con los topos. Lila sonreía, y sus ojos brillaban de alegría porque, aunque no podía hablar, sentía su corazón latiendo fuerte por el cariño que ofrecía y recibía.
Un día, se estaba organizando una gran fiesta en el bosque. Todos los animales estaban invitados, y Lila se sintió muy emocionada. Quería ser parte de la celebración, pero al mismo tiempo, temía que su falta de voz la hiciera sentir desubicada.
Al llegar la noche del festival, el bosque brillaba con luces y risas. Cuando llegó su momento de presentarse, sintió que era el momento de demostrar lo que había aprendido. Subió a un pequeño tronco y observó a todos los animales.
En lugar de hablar, comenzó a moverse al ritmo de la música que sonaba, saltando y girando con gracia. Pronto, los demás animales comenzaron a seguir su danza. El león rugía de alegría, las ovejas balaban en armonía, y todos se unieron alrededor de Lila.
"¡Mirá! ¡Está haciendo una danza hermosa!" - exclamó uno de los leoncillos.
Los animales comenzaron a aplaudir y a unirse a ella, creando una fiesta de baile donde se sentía la alegría y el cariño flotando en el aire.
Al finalizar la noche, todos los animales se acercaron a Lila:
"¡Nunca habíamos tenido una fiesta tan maravillosa!" - dijeron.
"Sí, ¡gracias por mostrarnos que el cariño no necesita palabras!" - añadió la oveja.
Lila sonrió, y su corazón se llenó de felicidad. En ese momento, se dio cuenta de que, aunque no tenía voz, su forma de querer había logrado hacerse escuchar en el corazón de todos los animales. La mamacita conejita la abrazó con mucha fuerza y le susurró:
"Siempre has tenido una voz especial, Lila, y hoy la escucharon todos."
Desde ese día, Lila fue conocida en el bosque como la Conejita Sin Voz, pero con el alma más ruidosa de todas. Ella enseñó a todos que el amor y el cariño pueden ser expresados de muchas formas, convirtiéndose en una de las criaturas más queridas del bosque.
FIN.