La Correa de Hueso


Había una vez un perro llamado Hueso que vivía en el bosque. Hueso era un perro muy juguetón y aventurero, le encantaba correr por los senderos del bosque y olisquear todo lo que encontraba a su paso.

Un día, mientras exploraba el bosque, Hueso se encontró con un objeto extraño: una correa.

Al principio no sabía qué hacer con ella, pero luego recordó que había visto a otros perros paseando con sus dueños en la ciudad usando una correa. Así que decidió llevársela consigo para encontrar a alguien que pudiera enseñarle cómo usarla correctamente. Después de caminar durante horas, finalmente llegó a las afueras de la ciudad donde se encontró con un niño llamado Juan.

"Hola, ¿cómo te llamas?" - preguntó Juan al ver a Hueso acercarse. "Mi nombre es Hueso", respondió el perro con entusiasmo. "Encontré esta correa en el bosque y quiero aprender cómo usarla".

Juan sonrió al ver la curiosidad de Hueso y decidió ayudarlo. "Claro, yo puedo enseñarte cómo funciona", dijo Juan mientras tomaba la correa de las patas de Hueso. "Primero debes poner esto alrededor de tu cuello".

Juan ajustó la correa alrededor del cuello de Hueso y luego explicó cómo sujetarla correctamente para poder caminar juntos sin problemas. "Ahora estamos listos para salir", dijo Juan emocionado mientras comenzaban su paseo por la ciudad.

Hueso estaba feliz de haber encontrado a alguien que pudiera enseñarle sobre la correa. Juntos caminaron por las calles de la ciudad, saludando a otros perros y personas en el camino.

Pero justo cuando pensaban que todo iba bien, Hueso vio algo interesante al otro lado de la calle y comenzó a correr sin avisar. La correa se tensó repentinamente y Juan perdió el equilibrio cayendo al suelo. "¡Hueso, detente!" - gritó Juan mientras intentaba ponerse de pie.

Hueso se detuvo en seco al ver lo que había pasado. Se acercó lentamente a Juan con los ojos llenos de preocupación. "Lo siento mucho", dijo Hueso arrepentido. "No debería haber corrido así". Juan sonrió comprensivamente mientras le acariciaba la cabeza.

"Todo está bien, Hueso", dijo Juan tranquilizadoramente. "Solo necesitamos ser más cuidadosos en el futuro". Desde ese día, Hueso aprendió una valiosa lección sobre cómo usar correctamente su correa y cómo ser un buen compañero para su dueño.

Aprendió que aunque era curioso e independiente, también debía ser responsable y respetuoso con los demás. Y así fue como Hueso encontró no solo una nueva amistad en Juan sino también un hogar cálido donde podía aprender nuevas cosas cada día.

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