La cosecha compartida



En un pequeño pueblo en las montañas de Argentina, vivía una comunidad dedicada al cultivo del café. Todos los habitantes trabajaban juntos para asegurarse de que cada grano fuera perfecto, desde los abuelos hasta los niños más pequeños.

Un día, la señora Rosa, la dueña de la plantación de café más grande del lugar, tuvo una brillante idea: organizar una jornada de integración entre las familias y los niños del pueblo para enseñarles el proceso completo de producción del café y fomentar el trabajo en equipo.

La noticia se esparció rápidamente por el pueblo y todos estaban emocionados por participar en esta actividad tan especial.

Los padres veían con alegría la oportunidad de enseñar a sus hijos sobre el valor del trabajo duro y la importancia de colaborar con los demás. El día llegó y las familias se reunieron en la plantación de café.

La señora Rosa les dio la bienvenida a todos con una sonrisa cálida y les explicó que trabajarían juntos desde la cosecha hasta el tostado del café. Los niños estaban ansiosos por empezar y no podían esperar para ensuciarse las manos. -¡Vamos a recolectar los granos de café! -exclamó entusiasmado Mateo, un niño curioso y aventurero.

Los niños corrían entre las hileras de cafetales, riendo y reagarrando cuidadosamente los granos maduros. Los padres observaban orgullosos cómo sus hijos se involucraban activamente en la actividad cafetalera.

Después de recolectar los granos, llegó el momento de lavarlos y secarlos al sol. Todos trabajaban juntos en equipo, compartiendo anécdotas divertidas mientras realizaban cada tarea. La señora Rosa guiaba a las familias con paciencia y sabiduría, enseñándoles cada paso del proceso con amor y dedicación.

Finalmente, llegó el momento más esperado: tostar los granos de café. El aroma embriagador llenaba el aire mientras los niños miraban fascinados cómo los granos cambiaban de color y liberaban su exquisito sabor.

-Al fin podemos probar nuestro propio café -dijo Valentina, una niña risueña que disfrutaba cada momento junto a su familia. Las familias se sentaron alrededor de una mesa decorada con tazas humeantes de café recién hecho.

Brindaron por la unión que habían creado ese día gracias a la actividad cafetalera organizada por la señora Rosa. Desde ese día, las familias del pueblo continuaron trabajando juntas en la plantación de café, fortaleciendo sus vínculos mientras disfrutaban del fruto de su esfuerzo compartido.

Y así, aprendieron que cuando se trabaja en equipo y se valora la colaboración mutua, cualquier meta puede alcanzarse con éxito.

FIN.

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