La cueva de la paciencia



Había una vez una jirafa llamada Sofía que vivía en la sabana africana. Sofía era muy valiente y siempre estaba dispuesta a ayudar a sus amigos animales. Sin embargo, había algo que la asustaba mucho: las tormentas.

Cada vez que veía los relámpagos y oía el trueno, se ponía muy nerviosa y temblaba de miedo. Por eso, cuando empezó a nublarse y a soplar viento fuerte, Sofía decidió buscar un lugar seguro donde refugiarse.

- ¿Dónde puedo ir para estar protegida de la tormenta? -se preguntó mientras caminaba por la sabana. De repente, vio una cueva grande y oscura entre las rocas.

Pensó que sería un buen escondite para ella y corrió hacia allí lo más rápido posible. Pero cuando llegó a la entrada de la cueva, se encontró con una sorpresa desagradable: un león estaba durmiendo justo en el centro del camino. - Oh no, ¿qué hago ahora? No quiero despertarlo -dijo Sofía preocupada.

Entonces recordó algo importante que su abuela le había enseñado:- Siempre debes tener calma e intentar pensar con claridad ante cualquier situación difícil -se dijo a sí misma- Voy a esperar pacientemente hasta que el león se despierte.

Así fue como Sofía esperó durante horas hasta que finalmente el león despertó bostezando. Al verla allí parada frente a él, el león se sorprendió mucho pero luego sonrió amistosamente:- Hola pequeña jirafa ¿Qué haces aquí? -preguntó el león con curiosidad.

- Hola, estoy buscando un lugar donde refugiarme de la tormenta que se acerca. ¿Crees que puedo quedarme aquí contigo hasta que pase? El león pensó por un momento y luego respondió:- Claro, no hay problema.

Pero te advierto que esta cueva es muy pequeña para los dos. Sofía agradeció al león su generosidad y juntos esperaron a que pasara la tormenta.

Fue una noche larga e incómoda, pero Sofía aprendió mucho sobre el valor de la paciencia y la solidaridad en situaciones difíciles. Al día siguiente, cuando el sol volvió a salir, Sofía se despidió del león y siguió su camino hacia casa.

Desde entonces, nunca más tuvo miedo de las tormentas porque sabía que siempre habría alguien dispuesto a ayudarla si lo necesitaba.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!