La cueva de la valentía



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Miranda. Era valiente y aventurera, pero tenía un gran problema: le tenía miedo a la oscuridad.

Cada noche, cuando llegaba la hora de dormir, Miranda sentía que su corazón se aceleraba y su cuerpo se llenaba de temor. No podía conciliar el sueño sin tener todas las luces encendidas y cubrirse con muchas mantas para sentirse protegida.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, escuchó hablar sobre una cueva misteriosa que estaba escondida en lo más profundo del bosque. Según decían los rumores, dentro de esa cueva habitaban criaturas extrañas y peligrosas. Miranda sintió curiosidad e intriga al escuchar esto.

Aunque estaba asustada por lo desconocido, también sabía que enfrentar sus miedos sería un gran desafío personal. Decidió que era momento de superar su temor a la oscuridad y se propuso explorar esa cueva misteriosa.

Al llegar al bosque, Miranda respiró profundamente e ingresó a la espesa vegetación. Caminó lentamente entre los árboles altos y frondosos hasta encontrar la entrada de la cueva. El corazón le latía tan fuerte como nunca antes.

Dentro de la cueva reinaba una oscuridad total. Miranda cerró los ojos por un instante y recordó todas las veces que había sentido miedo en su habitación antes de dormir. Luego abrió los ojos decidida a enfrentar sus temores.

De repente, una pequeña luz apareció frente a ella. Miranda se acercó cautelosamente y descubrió que era una luciérnaga perdida. La luciérnaga parecía asustada, así que Miranda decidió ayudarla a encontrar su camino de regreso al exterior.

Mientras caminaban juntas por la cueva, Miranda se dio cuenta de que no había nada peligroso o aterrador en ese lugar oscuro. Solo eran sombras y sonidos desconocidos que, en realidad, no representaban ningún peligro real.

Después de un rato, llegaron a la salida de la cueva y la luciérnaga volvió a volar libremente entre los árboles del bosque. Miranda sonrió satisfecha por haber superado su miedo a la oscuridad. Desde ese día, Miranda dejó de tenerle miedo a la oscuridad.

Aprendió que enfrentar nuestros temores nos ayuda a crecer y descubrir nuevas cosas sobre nosotros mismos. Además, se dio cuenta de que muchas veces lo desconocido puede ser menos intimidante de lo que imaginamos.

Miranda compartió su historia con sus amigos y les animó a enfrentar sus propios miedos también. Juntos aprendieron el valor de ser valientes y cómo eso puede abrir puertas hacia nuevas aventuras.

Y así fue como la valiente Miranda logró superar su miedo a la oscuridad y se convirtió en una niña aún más valiente e inspiradora para todos los demás niños del pueblo. Fin

FIN.

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