La Cueva de los Monstruos Empáticos
Había una vez, en un bosque misterioso y profundo, una cueva donde vivían cuatro monstruos empáticos: Grumbo, un monstruo de color verde brillante con orejas enormes; Chispa, un ser de pelaje azul y ojos dulces; Raspa, un monstruo amarillo con patas largas y un corazón amable; y Floro, un pequeño monstruo rosado que siempre sonreía. Ellos pasaban sus días cuidando de la cueva, contando historias y ayudando a los animales del bosque. A pesar de su amor por la naturaleza, eran muy diferentes de los demás, lo que hacía que se sintieran solos.
Un día, un grupo de niños aventureros, curiosos y malintencionados, decidió explorar la cueva. Ellos habían escuchado historias sobre monstruos y estaban listos para hacerles bromas. Cuando llegaron, se burlaron de los monstruos y comenzaron a lanzarles piedras.
"- ¿Vieron? Son unos monstruos de verdad, ¡no valen nada!" dijo uno de los niños, riéndose a carcajadas.
"- ¡Dejen de hacer eso!" gritó Grumbo, con tristeza en su voz.
Pero los niños no se detenían. Comenzaron a hacen gestos, imitando a los monstruos de forma burlona.
"- ¡Miren cómo baila el monstruo verde!" gritó otro, mientras se retorcía de risa.
A pesar de que los monstruos estaban heridos por las palabras y actos de esos niños, decidieron no dejar que eso los abatiera. En lugar de eso, idearon un plan. Si los niños querían conocerlos, tendrían que aprender una lección muy importante sobre el valor de la amistad y el respeto.
Esa noche, los monstruos se reunieron y hablaron en voz baja. Grumbo dijo: "- Creo que deberíamos mostrarles que no somos solo apariencia, sino que tenemos cosas que enseñarles."
Chispa asintió: "- Sí, podríamos invitar a los niños a regresar mañana y les contaremos nuestras historias."
Al día siguiente, los cuatro monstruos, con un toque de nerviosismo, esperaron a que los niños llegaran. Decidieron hacer un pequeño truco. Antes de que llegaran, se disfrazaron con mantos de hojas y flores.
Cuando los niños aparecieron, exclamaron: "- ¿¡Qué es eso! ?". Los monstruos, al ver la confusión en sus rostros, comenzaron a decir cosas amables.
"- ¡Hola! Somos los guardianes de la cueva. Venimos a compartir algo especial con ustedes."
Los niños, confundidos pero intrigados, se acercaron. Floro, el monstruo rosado, les dijo: "- Si realmente quieren saber quiénes somos, tendrán que ayudarnos a limpiar la cueva.¡El esfuerzo y la colaboración son muy importantes!"
Los niños frotaron la cabeza, sorprendidos. "- Pero, ¿por qué deberíamos ayudarles?"
Raspa, con su voz suave, respondió: "- Porque así demostramos que podemos ser amigos, sin importar cómo nos veamos. Cada uno tiene algo valioso que ofrecer, incluso si no lo parece a simple vista."
Dudando pero también motivados por la curiosidad, los niños comenzaron a trabajar junto a los monstruos. Limpiaron, jugaron y, poco a poco, comenzaron a escuchar las historias que los monstruos contaban sobre la cueva y su vida en el bosque.
Grumbo habló sobre la importancia de ser amable: "- A veces, se necesita un poco de amabilidad para iluminar el día de alguien."
Chispa, en cambio, narró sobre la valentía en ayudar a los necesitados. "- No hay nada más fuerte que un corazón dispuesto a ayudar, sin importar las apariencias."
Los niños, haciendo un esfuerzo por escuchar y aprender, se dieron cuenta de que todos eran diferentes, pero todos tenían algo hermoso para ofrecer. Al final del día, los niños se despidieron de los monstruos con sonrisas sinceras.
"- Lo sentimos si alguna vez les hicimos daño. Nos enseñaron algo muy importante hoy", dijo uno de los niños mientras se alejaban, con el rostro iluminado por la comprensión.
Desde ese día, los monstruos y los niños se convirtieron en amigos inseparables. Juntos exploraban el bosque, ayudaban a los animales y cuidaban de la cueva. Los niños aprendieron que la apariencia externa no era lo que importaba, sino el valor y la bondad que cada uno llevaba dentro.
Y así, en la cueva de los monstruos empáticos, comenzaron a florecer nuevas historias, llenas de aprendizaje y respeto, dejando atrás el dolor del pasado. La verdadera amistad se había forjado, demostrando que todos, más allá de su aspecto, tienen algo maravilloso para ofrecer al mundo.
FIN.