La Cueva del Sabio


Había una vez una niña llamada Rafaella, de cabello rubio y ojos azules como el cielo. Un día, mientras paseaba por el bosque encantado con su familia, Rafaella se distrajo persiguiendo mariposas y perdió de vista a todos.

- ¡Mamá! ¡Papá! -llamó la pequeña, pero nadie respondió. Rafaella comenzó a caminar hacia donde creía que estaban sus padres, pero pronto se dio cuenta de que estaba completamente sola en medio del bosque.

Comenzó a sentir miedo y lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. En ese momento, escuchó un ladrido cercano. Era su fiel compañero Dibu, un perrito blanco con manchas negras que siempre la acompañaba en sus aventuras. - ¡Dibu! -exclamó Rafaella aliviada-.

Menos mal que estás aquí. Dibu movió la cola felizmente y comenzó a olfatear el camino. Juntos, se adentraron en el bosque buscando alguna señal de ayuda o algún camino conocido para salir de allí.

Después de caminar un rato largo sin éxito alguno, Rafaella comenzó a desanimarse nuevamente. Pero entonces Dibu levantó las orejas y comenzó a ladrar emocionado. - ¿Qué pasa? -preguntó Rafaella acercándose al perrito curiosa.

Dibu volvió a ladrar e indicarle con su hocico que lo siguiera. Finalmente llegaron hasta una cueva escondida entre los árboles del bosque encantado. - No sé, Dibu. No me parece buena idea entrar ahí -dijo Rafaella con miedo.

Pero el perrito insistió y finalmente la niña decidió seguirlo dentro de la cueva. Al principio no veía nada, pero pronto sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y descubrió que había una pequeña luz al final del camino.

Con mucho cuidado avanzaron hacia allí, hasta que finalmente llegaron a una habitación secreta llena de tesoros y objetos mágicos. - ¡Mira Dibu! -exclamó Rafaella sorprendida-. Este lugar es increíble. De repente, escucharon un ruido detrás de ellos.

Era el dueño de la cueva encantada, un anciano sabio que había vivido allí durante muchos años. - ¿Qué hacen aquí? -preguntó el anciano con voz grave y misteriosa. Rafaella explicó lo sucedido y cómo habían llegado hasta allí gracias a su perrito Dibu.

El anciano sonrió amablemente e invitó a los dos amigos a quedarse en su casa mientras encontraban una forma segura de salir del bosque encantado. Durante los días siguientes, Rafaella aprendió muchas cosas nuevas sobre el bosque encantado gracias al sabio anciano.

También se dio cuenta de lo importante que era tener siempre confianza en sí misma y estar rodeada de amigos fieles como Dibu para enfrentar cualquier situación difícil en la vida.

Finalmente, después de varios días en la cueva encantada, los padres de Rafaella lograron encontrarla gracias a los esfuerzos del sabio anciano y pudieron regresar juntos a casa.

Desde ese día, Rafaella siempre recordaría la importancia de confiar en sí misma y en sus amigos para superar cualquier adversidad que se le presentara en su camino. Y nunca olvidaría el papel fundamental que tuvo su perrito Dibu en esa aventura inolvidable del bosque encantado.

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