La curiosidad de Mikaela
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, vivía una niña llamada Mikaela. Era conocida por su importante curiosidad; siempre hacía preguntas sobre todo lo que la rodeaba. Un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con un misterioso libro antiguo tirado entre las hojas.
- ¿Qué será este libro? - murmuró Mikaela, emocionada.
Al abrirlo, se encontró con hermosos dibujos de criaturas fantásticas y secretos de la naturaleza. Decidió llevarlo a su casa y descubrir su contenido. Durante la cena, le mostró el libro a su familia.
- ¡Miren lo que encontré! - dijo Mikaela emocionada.
- ¿De dónde lo sacaste? - preguntó su mamá.
- Lo encontré en el bosque, ¡dice que hay un mapa para encontrar un tesoro escondido! - respondió Mikaela.
Su papá, quien siempre le contaba historias de aventuras, se entusiasmó.
- ¡Eso suena increíble! Pero, ¿sabes cómo seguir el mapa? - preguntó.
- No, pero tengo que averiguarlo. Mañana voy a salir a buscarlo. - respondió Mikaela.
Al día siguiente, con el libro bajo el brazo, Mikaela fue al bosque. En el mapa descubrió una serie de pistas que la llevarían a través de los lugares más hermosos de la naturaleza: un gran roble, un arroyo burbujeante y una cueva misteriosa.
Mientras iba siguiendo las pistas, se encontró con un grupo de amigos que estaban jugando. Uno de ellos, Tomás, se acercó curioso.
- ¿Qué haces, Mika? - preguntó.
- Estoy buscando un tesoro escondido. ¿Quieren venir conmigo? - respondió ella emocionada.
Sus amigos se miraron con interés y decidieron unirse a la aventura. Juntos siguieron las indicaciones del mapa, y cada indicación era un aprendizaje. En el gran roble, aprendieron acerca de la importancia de los árboles para el medio ambiente.
- ¡Los árboles son como los pulmones de la Tierra! - explicó Marta, la más sabia del grupo.
- Sí, y también dan hogar a muchos animales. - añadió Lucas, entusiasmado.
Así, cada pista los llevaba a nuevas aventuras y descubrimientos. Pero a medida que avanzaban, empezaron a chocar con dificultades. Cuando llegaron al arroyo, el puente estaba roto.
- ¡No podemos cruzar! - dijo Tomás, decepcionado.
- Esperen, tengo una idea. ¿Y si construimos un puente con las piedras que hay aquí? - propuso Mikaela.
- ¡Es una buena idea! - exclamó Marta. Juntos, comenzaron a trabajar y, después de un rato, lograron hacer un puente lo suficientemente fuerte como para cruzar el arroyo.
Al llegar a la cueva, el grupo se llenó de nervios. El mapa decía que el tesoro estaba al final de la cueva, pero estaba oscura y profunda.
- No sé si quiero entrar... - dijo Lucas, asustado.
- ¡No te preocupes! Estaré con ustedes. - animó Mikaela.
Entraron con cuidado y, al avanzar, escucharon un eco extraño. Pero Mikaela tomó la delantera, convencida de que debían seguir adelante. Entonces, en el fondo de la cueva, encontraron una caja antigua, cubierta de polvo.
- ¡Ahí está el tesoro! - gritó Marta.
Cuando abrieron la caja, en vez de oro y joyas, encontraron semillas de diferentes plantas y un mensaje:
"El verdadero tesoro de la naturaleza son las semillas que pueden crecer y dar vida a muchas cosas hermosas".
- ¡No hay oro, pero esto es increíble! - exclamó Lucas, mirando las semillas con asombro.
- Podemos plantar estas semillas y hacer un jardín en nuestra escuela. - sugirió Mikaela, llena de entusiasmo.
Así, en lugar de un tesoro material, habían encontrado un tesoro de conocimiento y responsabilidad. Decidieron que todos juntos crearían un jardín donde podrían aprender sobre la naturaleza y compartir lo que habían aprendido.
- Gracias, Mika, por tener curiosidad y por llevarnos a esta aventura. - dijo Tomás mientras regresaban a casa.
- Siempre es divertido cuando aprendemos juntos. - agregó Mikaela, sonriendo.
Desde aquel día, en el pueblo de Mikaela, cada vez que alguien veía a una niña curiosa, sonreía y recordaba que, en la curiosidad, siempre hay un sinfín de tesoros por descubrir. Y así, Mikaela y sus amigos, cultivaron un hermoso jardín que se convirtió en un lugar de aprendizaje y amistad para todos los niños del pueblo.
Y así concluyó una de las muchas aventuras de Mikaela, la niña más curiosa del lugar, quien descubrió que el conocimiento y la naturaleza son verdaderos tesoros que siempre se pueden encontrar si se tiene curiosidad por aprender.
FIN.