La Dama de los Dientes
En un pequeño pueblo, vivía una niña llamada Clara. Clara era una niña curiosa y valiente, conocida por su sonrisa brillante y sus mejillas sonrojadas. Un día, mientras comía una manzana jugosa, algo inesperado sucedió. ¡Se le cayó un diente!
- ¡Ay, no! - exclamó Clara, mirando el pequeño diente blanco en su mano. - ¿Qué haré ahora?
Ella sabía que cuando se le caía un diente, la tradición decía que había que dejarlo debajo de la almohada para que el Hada de los Dientes lo llevara. Pero Clara, con su gran imaginación, pensó en algo diferente. ¿Y si podría volver a pegarlo?
Decidida, se fue a su cuarto y buscó una pequeña caja de herramientas que había sido de su papá. Sacó un tubito de pegamento y se sentó frente al espejo.
- ¡Esto es una locura! - se dijo mientras miraba su reflejo. - Pero, ¿qué pasa si funciona?
Con mucho cuidado, puso un poco de pegamento en su diente y lo pegó a su boca. - ¡Listo! - celebró Clara. - ¡Soy una genia!
Sin embargo, al instante sintió un cosquilleo extraño y, de repente, ¡sus dientes comenzaron a brillar!
- ¡Mirá eso! - dijo su mejor amiga, Sofía, que la había estado mirando desde la puerta. - ¡Es como si tu sonrisa tuviera luces!
Clara sonrió y, con su nuevo brillo, decidió salir a mostrar su increíble diente a todos en el barrio. Pero cuando llegó al parque, notó que algo raro estaba pasando. La gente que la veía empezó a alejarse.
- ¿Por qué se van? - preguntó Clara, preocupada. - ¡No quiero asustar a nadie!
- Clara, parece que tu diente se ha vuelto... ¡demasiado brillante! - dijo Sofía, tratando de contener la risa.
- Pero esto debe ser algo bueno - insistió Clara. - ¡Nunca había brillado tanto! Al rato, un grupo de niños se acercó.
- ¡Guau! - dijo uno de ellos, con los ojos bien abiertos. - ¿Tu diente es mágico?
Clara, entusiasmada, explicó cómo se le había ocurrido pegarse el diente y, a su sorpresa, todos querían intentarlo también. Pero, al ver que uno de los niños, Leo, se pegó un diente que no era de él, la situación se volvió caótica.
- ¡Ay no! - gritó Clara. - ¡Eso no es lo que quería decir!
Pronto, todo el parque estaba lleno de niños con dientes pegados en sus bocas, mientras que Clara, con su brillante sonrisa, se sentía un poco abrumada.
- ¡Chicos, esto no es divertido! - dijo Clara. - Las cosas mágicas deben ser tratadas con cuidado.
Recordando los cuentos que su abuela le contaba sobre el uso de la magia, decidió que era hora de enmendar las cosas.
Así que Clara armó un plan. Reunió a todos los niños y les propuso una aventura.
- ¡Vamos a encontrar el verdadero Hada de los Dientes! - les dijo emocionada. - ¡Quizás ella pueda ayudarnos!
Los niños se pusieron muy contentos y siguieron a Clara, quien lideró el grupo hacia el viejo bosque que estaba a las afueras del pueblo. Mientras caminaban, comenzaron a hablar y a compartir historias sobre sus dientes perdidos.
- ¡Quiero encontrarme con el Hada! - gritó Leo, emocionado. - ¡Seguro que es aún más brillante que tu diente!
Al llegar a un claro, Clara se detuvo.
- ¡Miren! - dijo señalando un destello entre los árboles. Todos los niños miraron sorprendidos.
De repente, apareció un pequeño ser alado, brillando con luz propia.
- Hola, niños! - dijo el Hada de los Dientes, con una risa suave. - ¿Qué los trae por aquí?
Los niños, llenos de emoción, comenzaron a contarle sobre la aventura de los dientes pegados.
El hada, divertida, les escuchó atentamente y, con un movimiento de su varita, les dijo:
- ¡Ah, la magia puede ser muy divertida, pero también importante! Recordad que cada diente tiene su historia. Una vez que se pierde, hay que dejar que el tiempo haga su trabajo.
- ¿Entonces qué hacemos? - preguntó Clara.
- Aprendan a cuidar su sonrisa y a aceptar los cambios - les explicó el hada. - Las cosas mágicas, como los dientes, también deben cuidarse y respetarse.
El hada les dio a cada uno una pequeña bolsita de polvo de estrellas,
- Esto les recordará que cada sonrisa es única. ¡Cuídense y nunca dejen de sonreír!
Contentos, los niños regresaron al parque, esta vez sin dientes pegados. Clara, aún con algunos residuos de su pegamento, sonrió, sintiéndose feliz.
- Ahora ya sé, la verdadera magia está en nuestra sonrisa y en lo que somos - dijo feliz, rodeada de sus amigos.
Desde ese día, Clara nunca más se volvió a pegar un diente. Aprendió a aceptar los cambios y a cuidar cada parte de su sonrisa, recordando esa aventura mágica y divertida.
Y así, el Hada de los Dientes se convirtió en una leyenda no solo del pueblo, sino también en el corazón de Clara y sus amigos, que entendieron que cada cambio en la vida es una nueva etapa por disfrutar.
FIN.