La Dama del Parque
Era una noche tranquila en la bodega de Don Pablo, un lugar donde los sueños y las risas se guardaban cuidadosamente en cajas. La luna brillaba como una lámpara en el cielo, y los empleados, entre bromas y risas, trabajaban sin darse cuenta de que esa noche iba a ser diferente. Entre ellos estaba Lila, una joven curiosa que siempre soñaba con aventuras.
Mientras organizaban los productos, Lila no pudo evitar mirar por la ventana. "Miren, hay alguien en el parque", dijo con una chispa de curiosidad en sus ojos.
Todos miraron hacia el parque y vieron a una mujer elegante, con un vestido largo y un sombrero que parecía de otro tiempo. "¿Quién será esa señora?" preguntó Tomás, otro de los empleados.
Don Pablo se acercó y dijo: "Esa es la Dama del Parque. Dicen que cada noche, en este mismo horario, ella viene a buscar algo que perdió hace longtemps. No se sabe qué es, pero todos la respetan y le tienen miedo."
Intrigada, Lila decidió que no podía dejar pasar la oportunidad. "Yo iré a hablarle".
"¡Pero Lila! No es seguro, a veces parece que está buscando a alguien" respondió Tomás preocupado.
A pesar de las advertencias, Lila tomó una linterna y salió al parque. La Dama del Parque parecía notar su presencia. "Buenas noches, joven", dijo con una voz dulce.
"Hola. Soy Lila. ¿Por qué viene aquí cada noche?"
La mujer sonrió con nostalgia. "Busco mi sonrisa, que se perdió cuando la gente dejó de soñar. Cada noche vengo a recordarle al mundo que aún hay magia por descubrir".
Lila no podía contener su asombro. "¿Su sonrisa? ¿Cómo puede perderla?"
"A veces, cuando se crece, se olvida lo hermoso que es soñar y ser feliz".
Lila pensó en todos los sueños que ella misma había abandonado por miedo. "¿Puedo ayudarla a encontrarla?" propuso entusiasmada.
"Sí, pero primero tendrás que ayudarme a recordar los sueños perdidos de los demás".
Así, la Dama del Parque y Lila comenzaron a recorrer el parque buscando a quienes pasaban por allí. Cada vez que encontraban a alguien con la mirada triste, Lila les preguntaba: "¿Cuál es tu sueño?"
Las respuestas fueron variadas:
"Quiero ser músico" decía un niño.
"Me gustaría viajar por el mundo" decía una señora.
"Sueño con tener una fábrica de chocolates" decía un anciano.
La Dama escuchaba con atención y les decía: "No dejen que la vida les quite lo que sueñan, siempre hay una forma de hacerlo realidad".
Lila observaba cómo la felicidad volvía a iluminar los rostros de la gente. "Mire, cada vez que alguien recuerda su sueño, parece que su sonrisa regresa un poco".
"Exactamente, cada sueño es una luz que recuperamos" dijo la dama con una sonrisa.
Después de una larga noche de encuentros y risas, Lila volvió al lugar donde había encontrado a la Dama. "¿Y ahora?" preguntó emocionada.
La dama miró al cielo estrellado y dijo: "Ahora ya no necesito buscar mi sonrisa. La he encontrado en los sueños de los demás, y en la valentía de una joven que decidió ayudar".
Lila sintió una gran alegría al ver que el parque se llenaba de risas y sueños recuperados. Al regresar a la bodega, le contó a sus amigos todo lo que había vivido. "Desde ahora, nunca dejemos de soñar y ayudar a otros a recordar lo que quieren" concluyó.
"¡Sí!" gritaron todos a coro, comenzando a hacer planes para cumplir sus sueños.
Esa noche se convirtió en un recordatorio de que la magia de los sueños siempre está presente si tenemos el valor de buscarla. La Dama del Parque, con una sonrisa renovada, dejó el parque para regresar a su hogar, sabiendo que había recuperado su felicidad gracias a la valentía de Lila. Y así, cada vez que alguien en el parque volvía a soñar, una nueva estrella brillaba intensamente en el cielo.
La historia de Lila y la Dama del Parque se difundió entre los vecinos, convirtiéndose en un hermoso relato que los unió y les enseñó la importancia de no olvidar sus anhelos y de ayudar a los demás a encontrar su luz.
FIN.