La Danza de las Estrellas



Había una vez en un encantador pueblo llamado Luminoso, donde las noches eran mágicas y las estrellas brillaban con intensidad. En este lugar vivía un grupo de amigos muy especiales: Ana, Rocco, Lola y Tomás. Cada semana, ellos se reunían en la plaza, donde se contaban historias, jugaban y se divertían.

Una noche, mientras miraban al cielo lleno de estrellas, Ana exclamó:

"¡Miren cuántas estrellas hay esta noche! ¿No parece que están haciendo una danza?"

"Sí, ¡y me encantaría unirme a ellas!" dijo Rocco emocionado.

"¿Pero cómo lo haríamos?" preguntó Lola, con un brillo inquieto en sus ojos.

"Podríamos hacer una danza también, una que nos una y que hiciera que las estrellas se movieran con nosotros", sugirió Tomás.

Decididos, los amigos se pusieron a trabajar en su danza. Cada uno de ellos aportó algo único: Ana se encargó de los movimientos suaves y fluidos, Rocco trajo ritmos enérgicos, Lola pensó en coreografías divertidas, y Tomás creó una melodía mágica. Juntos, cada día ensayaban en la plaza y poco a poco comenzaron a disfrutar ese momento.

Una tarde, mientras practicaban, nota el gran árbol de la plaza con un rostro en su tronco. El árbol, que se hacía llamar Sage, les dijo:

"¿Qué hacen, pequeños?"

"¡Estamos creando una danza para bailar con las estrellas!" contestó Ana, con una amplia sonrisa.

"¡Eso suena maravilloso! Pero, si quieren bailar con las estrellas, deberán aprender a trabajar juntos como un verdadero equipo. A veces las diferencias entre ustedes pueden ser una bendición", explicó Sage.

Los amigos se miraron, y entendieron que a pesar de sus diferentes ideas y estilos, juntos eran mucho más fuertes. Así que decidieron fusionar lo mejor de cada uno, asegurándose de que todos estuvieran felices con la danza. Sin embargo, no todo resultó perfecto…

Un día, durante los ensayos, Rocco se frustró al no poder seguir el ritmo que había propuesto.

- “No puedo seguir el paso, es muy complicado para mí”, dijo, con la cabeza agachada.

- “No te preocupes, Rocco, podemos encontrar una solución”, le animó Lola.

- “Sí, todos tenemos nuestras habilidades. ¿Por qué no pruebas a llevar el ritmo por otra parte? ”, propuso Ana.

Rocco aceptó la ayuda de sus amigos, y juntos ajustaron la coreografía para que todos pudieran participar. Las estrellas brillaron más que nunca esa noche, y la energía del grupo se palpó.

Finalmente llegó la noche del gran evento. La plaza estaba iluminada y llena de gente. Nerviosos pero emocionados, los amigos se tomaron de las manos.

- “Dame la mano, danzaremos”, dijo Ana.

- “Dame la mano, bailaremos juntos”, se unió Rocco.

- “Con todo, seremos uno solo”, agregó Lola.

- “Así que... ¡al tres! ”, terminó Tomás.

Cuando comenzaron a bailar, algo mágico sucedió. Las estrellas, como si entendieran, comenzaron a brillar más intensamente, iluminando el escenario. La melodía que habían creado resonó en el aire, y la plaza se llenó de magia. El público aplaudía y los niños reían al ver a sus amigos moverse al compás de su danza.

Al terminar su actuación, los amigos se dieron cuenta de algo importante: no importaba cómo empezaron y cuántas diferencias tenían, lo que importaba era la unión y la amistad. Sage el árbol, al ver todo esto, exclamó:

- “¡Bien hecho, pequeños! Han bailado como verdaderas estrellas, mostrando que juntos son invencibles”.

Cada uno sintió un gran orgullo por su amistad y lo que habían logrado juntos. Desde ese día, bailaron siempre en cada encuentro, recordando que al dar la mano, no solo danzaban, sino que también fortalecían su vínculo.

Así, en el pueblo de Luminoso, no solo las estrellas danzaron aquella noche, sino que también el espíritu inquebrantable de la amistad brilló más que nunca.

FIN.

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