La danza de los Mimos y la Bruja
En un pequeño y colorido pueblo, vivían Mimos tristes, que eran seres de colores variados y caritas melancólicas. A pesar de su tristeza, su amor por la danza era inmenso. Un día, mientras paseaban por la plaza, escucharon una melodía mágica que venía del centro del pueblo. Se acercaron ansiosos y descubrieron a una hermosa bailarina que movía sus pies con gracia, iluminando el lugar con su energía.
Los Mimos, al ver a la bailarina, sintieron como si sus corazones se llenaban de luz. Sus caras se iluminaron por primera vez y comenzaron a bailar junto a ella, aunque con pasos torpes y pequeños saltos.
"¡Mirá cómo se divierten!" - dijo la bailarina, riendo mientras giraba en su danza.
Pero no todo era alegría. Desde las sombras de un árbol, observaba una bruja de mirada astuta, con una cueva oscura llena de trucos. Al ver la felicidad de los Mimos y de la bailarina, decidió intervenir. Se acercó lentamente, con una sonrisa en su rostro, y sacó de su bolso una brillante manzana roja.
"¡Hola, querida bailarina!" - exclamó la bruja con voz melosa. "Te traigo un regalo: una manzana que te hará la mejor bailarina del mundo. Solo debes darle un mordisco."
La bailarina, que era muy dulce y confiada, miró la manzana con curiosidad.
"¿De verdad me hará mejor?" - preguntó ella, su corazón latiendo con emoción.
Los Mimos, al ver lo que estaba sucediendo, se preocupaban. Sabían que las cosas no siempre eran lo que parecían.
"¡Es una trampa!" - gritaron los Mimos al unísono. "No te dejés engañar, no te comas esa manzana!" -
La bruja se rió, "¿Pero qué saben ustedes, Mimos tristes? ¡Nadie les presta atención! Así que cállense y dejen que la bailarina pruebe mi regalo. ¡Siempre desearon ser más felices!"
Los Mimos, preocupados, unieron fuerzas y comenzaron a bailar en círculo alrededor de la bailarina, tratando de distraerla.
"¡Mirá cómo bailamos!" - dijieron con alegría, agitando sus manos. "La verdadera felicidad está en bailar juntos, no en una manzana mágica. ¡Bailá con nosotros!"
La bailarina se sintió atraída por la alegría que emanaban los Mimos. Al ver sus sonrisas y el amor que ponían en cada paso, decidió ignorar la manzana.
"¡Es verdad!" - dijo mientras se unía a los Mimos. "¡La danza nos hace felices!"
La bruja, frustrada, intentó atrapar a la bailarina con su varita, pero los Mimos, más felices que nunca, formaron un gran arco de colores.
La bruja se confundió y perdió el equilibrio al tropezar. En su caída, la manzana se le resbaló de las manos y rodó lejos de ella hasta caer en un charquito.
"¡Nooooo!" - gritó la bruja, mientras sus hechizos se desvanecían en el aire. "¡He perdido mi poder!"
A pesar de su maldición, los Mimos y la bailarina la miraron con empatía.
"No necesitamos regalos mágicos para ser felices, bruja. Podemos hacer magia con nuestra amistad y alegría!" - le dijo uno de los Mimos, acercándose.
La bruja, conmovida por la amabilidad de los Mimos y la bailarina, se dio cuenta de que la verdadera felicidad no se encontraba en la malicia, sino en la bondad.
"Quizás ustedes tengan razón. A veces, el deseo de ser especial puede nublar nuestro corazón. Voy a cambiar" - dijo, recuperando su compostura.
Desde ese día, la bruja se unió a ellos, aprendiendo a bailar y a compartir su alegría. Tanto los Mimos como la bailarina le enseñaron a ella que la verdadera magia reside en los corazones alegres y en la amistad.
Así, en el pueblo donde una vez existía la tristeza de los Mimos, ahora florecieron risas, bailes y amistad incondicional. La plaza se convirtió en un lugar mágico donde todos, incluidos los que alguna vez fueron tristes, podían encontrar su alegría.$
FIN.