La danza mágica en la selva



Había una vez, en lo más profundo de la selva, un grupo de animales que vivían en armonía.

En medio de ellos se encontraba Selva, una pequeña y curiosa cebra que siempre estaba llena de energía y ganas de explorar. Un día soleado, Selva decidió aventurarse más allá de los límites conocidos de la selva.

Caminó entre los árboles altos y frondosos hasta llegar a un claro donde descubrió algo maravilloso: ¡un grupo de niños jugando y riendo! Los ojos brillantes de Selva se llenaron de asombro mientras veía cómo los niños se movían al ritmo de la música. Fascinada por aquellos sonidos nuevos para ella, decidió acercarse sigilosamente para observar con más detalle.

Uno a uno, los animales también se fueron acercando al claro.

El tímido mono trepaba por las ramas del árbol cercano, el elefante gigante caminaba despacio pero con determinación, el león majestuoso avanzaba con paso firme y el loro colorido volaba en círculos sobre sus cabezas. Los niños no tardaron en darse cuenta de la presencia mágica que había llegado a su encuentro.

Al ver a todos esos animales reunidos frente a ellos, comenzaron a tocar música aún más fuerte e invitaban a bailar con sus manos extendidas. Selva fue la primera en dar un paso adelante y empezó a moverse al compás del ritmo contagioso. La zebra saltaba y giraba como si estuviera danzando sobre nubes blancas.

Los demás animales no tardaron en unirse al baile, cada uno con su estilo único. Los niños y los animales bailaron juntos durante horas, creando una sinfonía de movimientos y sonidos.

La selva se llenó de risas y alegría mientras todos compartían la magia de ese momento especial. Pero el tiempo pasó volando y llegó el momento de despedirse. Los niños agradecieron a los animales por haberles regalado esa experiencia única y prometieron cuidar del lugar donde vivían.

Selva regresó a su hogar junto a sus amigos animales, pero ahora había algo diferente en ellos. Habían descubierto que la música y el baile podían conectarlos aún más con los demás seres vivos, creando un vínculo especial entre ellos.

A partir de ese día, Selva y sus amigos organizaron bailes periódicos en la selva. Invitaban a los niños del claro para compartir momentos mágicos juntos.

La música resonaba entre las hojas de los árboles y los animales danzaban alrededor de una fogata encendida. La selva se convirtió en un lugar lleno de vida, donde los sonidos se entrelazaban con las risas infantiles y todos aprendían unos de otros.

Selva comprendió que aunque fueran diferentes, tanto ella como los niños tenían mucho por enseñarse mutuamente.

Y así continuaron bailando juntos bajo la luz brillante del sol o las estrellas nocturnas, recordándonos que siempre hay espacio para explorar nuevos horizontes y encontrar conexiones inesperadas en nuestro camino hacia la felicidad.

FIN.

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