La danza salvadora de ChangBin



Había una vez en un lejano reino, un hermoso Dios llamado Félix que era conocido por su gracia y habilidad en la danza. Todos los seres del reino admiraban su talento y lo consideraban una verdadera joya.

Sin embargo, un día oscuro y sombrío, un gigante malvado decidió raptar a Félix para convertirlo en su esclavo personal. El gigante pensaba que con la belleza de Félix a su lado, sería la envidia de todos los habitantes del reino.

El gigante llevó a Félix a lo más alto de una montaña, donde planeaba mantenerlo prisionero.

Pero lo que el gigante no sabía era que Félix estaba casado con ChangBin, el Dios de la guerra, famoso por sus celos y protección hacia su amado. ChangBin se enteró rápidamente del secuestro de Félix y juró rescatarlo cueste lo que cueste. Con valentía y determinación, se dirigió hacia la montaña donde el gigante tenía a Félix cautivo.

Al llegar allí, ChangBin desafió al gigante a un combate. El gigante creyó que podría vencer al Dios de la guerra debido a su gran tamaño, pero subestimó el poder del amor y la determinación de ChangBin.

"¡Devuélveme a mi amado ahora mismo!", exclamó ChangBin con voz firme. El gigante se burló de él, pero ChangBin no vaciló ni por un momento. Comenzaron una feroz batalla donde el sonido de las espadas chocando resonaba por toda la montaña.

Con cada golpe, ChangBin recordaba todo lo bello que había vivido junto a Félix: sus risas compartidas, sus bailes bajo la luz de la luna y su amor inquebrantable.

Esa fuerza interior le dio el coraje necesario para enfrentar al gigante con determinación. Finalmente, con un último golpe certero, ChangBin logró derrotar al gigante y rescatar a Félix sano y salvo. Los dos esposos se abrazaron con alegría y gratitud por estar juntos nuevamente. "Gracias por salvarme", dijo Félix emocionado.

"Siempre te protegeré", respondió ChangBin con ternura. Desde ese día en adelante, el reino entero celebró el amor entre Félix y ChangBin como ejemplo de valentía, lealtad y sacrificio.

Y el gigante aprendió una importante lección: nunca subestimes el poder del amor verdadero.

FIN.

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